[Escrito con motivo de las VI Jornadas Ambientales de ANDA (Asociación Nacional de Derecho Ambiental) sobre Agricultura Ecológica, Facultad de Derecho, UPR, marzo y abril del 2011.]
¿Hasta cuando vamos a seguir usando bullodozers, puercas, traxcavatores y otra maquinaria pesada para arrancar la capa fértil de la tierra y tirarla al fondo de las escorrentías, tapando quebradas, ríos y de paso destruyendo manglares y arrecifes?
¿Hasta cuando vamos a permitir un desarrollismo que destruye la parte vital del suelo, lo trata como desecho, babote, para sembrar más cemento y brea?
¿Hasta cuándo vamos a seguir regando nuestros suelos con pesticidas, fungicidas, nematicidas, herbicidas y otros sidas que matan nuestra flora, acaban con la vida del suelo que es la base de la agricultura, contaminan el agua, matan peces, bruquenas y camarones y nos enferman, a camara lenta y a todo color?
¿Hasta cuándo vamos a continuar dependiendo de un sistema de importación de alimentos que no almacena en la Isla; que en muchas ocasiones trae comida de segunda o tercera calidad; que fomenta el uso de alimentos preparados, pre-preparados, procesados e indutrializados más allá de toda semejanza con lo que debe ser la comida; que nos hace dependientes de forma alarmante del exterior y nos deja vulnerables a hambrunas ante catástofres naturales como los huracacnes, los tsunamis y los terremotos, o procesos sociales como guerras o debacles económicas?
¿Hasta cuándo vamos a seguir negando la evidencia científica de prestigiosas instituciones, norteamericanas desde el 1989, de las Naciones Unidas recientemente, de que la agricultura sustentable y ecológica es una alternativa viable para producir alimentos suficientes; despreciar los miles de estudios de universidades en todas partes del mundo que avalan una forma de cultivar que no sea dependiente del petroleo y otros insumos externos; ignorar la evidencia empírica de millones y millones de agricultores pequeños y medianos, campesinos y pueblos indígenas en todo el mundo que establece que es posible intensificar la agricultura y aumentar la disponibilidad neta de alimentos en armonía creativa con la naturaleza?
¿Hasta cuándo vamos a seguir con el cuentito de los maravillosos y millonarios planes de desarrollo agrícola, de la mano de fantasías tecnológicas vendidas por los departamentos de publicidad y relaciones públicas de las corporaciones que nos exprimen hasta el alma, anunciados por los funcionarios de turno, si año tras años, década tras década, hemos llegado al punto de que la agricultura – que no quiere decir necesariamente la producción de comida- representa menos del uno porciento de la actividad económica del país?
¿Qué nos pasa? Hemos visto en esta aula en las semanas pasadas opciones que ya no se pueden engavetar como quimeras ecologista o sueños nostágicos. Se ha dicho que en el mundo hay, en 120 países, 77 millones de cuerdas y 1.44 milones de agricultores certificados para la producción orgánica, que en el 2008 generaron ventas de 50 billones de dólares. Ya no se puede seguir diciendo que la agricultura orgánica es una opción para climas templados porque el frío rompe el ciclo de plagas y enfermedades, pues hemos visto que hay agricultura ecológica en los trópicos y subtrópicos del mundo: Costa Rica, México, Brasil, Filipinas, que aquí cerca en el Caribe Santo Domingo exporta productos orgánicos y Cuba superó un periódo de hambre porque algunos de sus técnicos y profesores universitarios valientemente defendieron y promovieron, frente al prodominio del modelo agroindustrial de altos insumos externo, la agricultura orgánica urbana y sub-urbana?
Es hora de que todas y todos, agricultores, universidades, investigadores, comerciantes y consumidores, digamos con claridad que queremos otra calidad de alimentos, libres de residuos tóxicos, frescos y cargados de nutrientes; que queremos una agricultura que trate con respeto y responsabilidad intergeneracional a nuestros recursos naturales; una agricultura que sea puente, y rescate el saber de nuestros mayores y se proyecte al futuro mediante una agoecología moderna y sustentable; que la investigación sea participativa, para que, mujeres y hombres, los agricultores, técnicos y académicos trabajen juntos en indentificar cómo intensificar la producción agrícola mediantes estrategias ecológicas en nuestros ecosistemas sensitivos, que el desarrollo de modelos de investigación y la extensión fovorezca la metodología agricultor a agricultor; que queremos que una parte importante de nuestros alimentos sean producidos en esta bendita Isla que en el pasado supo darnos comida, exportar productos agrícolas y crear riqueza nacional; que queremos una agricultura que rescate la cultura del agro, que la agricultura vuelva a sear motivo orgullo para el País, que cree trabajo, especialmente para los jovenes, aporte al bienestar de nuestra sociedad y, muy importante, nos ayude a recuperar el amor propio de nuestra gente como pueblo.