Sembrando puentes en nuestro conocimiento

por Nelson Alvarez Febles


El texto que sigue es el prólogo al libro de José Rivera Rojas, “Desde Borinquen Atravesada: apuntes para una sustentabilidad jíbara.” Editado por María Benedetti, generosamente ilustrado, publicado por SembrArte, PT. ISBN 978-0-9840754-1-6, 200 páginas, Caguas, 2009. Disponible en las principales librería o a través de: bendicionesbotanicas@gmail.com


En su libro “Desde Borinquen Atravesada: apuntes para una sustentabilidad jíbara,” el agricultor cagüeño José Rivera nos demuestra la palpitante vigencia de nuestro mundo campesino hasta los años setenta del siglo XX, cuando el resto del país ya vivía una realidad de autopistas, condominios, centros comerciales y suburbia norteamericana.

La cultura jíbara seguía produciendo y reproduciendo saberes, aún cuando la oficialidad gubernamental la iba encasillando en folklore navideño, ferias de artesanía y concursos de trovadores. Sobrevivía un complejo entramado de conocimientos sobre la naturaleza −animales, flora silvestre y cultivos− que continuaba aportando un sustrato sumamente valioso a nuestra agricultura. Todo esto, a pesar de la supuesta revolución verde que ya empezaba a tener sus impactos devastadores sobre nuestro medio natural y la salud de nuestra gente.

Aun prevalecía en nuestra sociedad rural un complejo sistema de valores que incluía la solidaridad, el respeto a los demás, a la naturaleza y –muy contrario a lo que se ha querido transmitir en una imagen ridiculizada del jíbaro– un profundo sentido del amor propio. Lo dice José Rivera cuando declara orgulloso que: “Las casas que construíamos quedaban bonitas y bien cómodas”, y cuando asemeja el conocimiento campesino sobre agricultura a “un doctorado en la materia”.

La palabra jíbaro es un vocablo que viene de los pueblos arahuacos del norte de América del Sur. En Puerto Rico, esta palabra se utilizó primero para designar a las poblaciones indígenas que se adentraron a las montañas de la Isla en defensa ante el genocidio español. Se dice que para los taínos la palabra jíbaro quería decir ‘gente del bosque’ y que así se llamaban a si mismos. Nuestros jíbaros serían los descendientes de los taínos en un mestizaje con españoles y negros. Con el tiempo, la palabra se utiliza para designar en Puerto Rico a los campesinos de las montañas y su cultura. No es hasta el proceso de rápida industrialización a partir de los años cincuenta que se comienza a utilizar la palabra jíbaro como sinónimo de persona culturalmente rezagada o ignorante.

Los jíbaros son también nuestros campesinos puertorriqueños, desterritorializados y convertidos en reliquia en el imaginario social. En Puerto Rico el complejo y altamente productivo acervo de conocimiento tradicional fue ignorado, desapercibido y negado, debido a las privaciones, la pobreza y el despojo territorial que sufrió nuestro campesino en las haciendas de montañas y en los cañaverales. Era cierta la miseria del ‘jíbaro arrimao’, desterrado por los hacendados a vivir con sus familias en terrenos marginales de muy baja productividad agrícola, prohibido de criar animales domésticos para que éstos no dañaran las siembras del amo. Eran muchos los jíbaros amarrados por regímenes seudo-esclavistas a las economías de las haciendas, privados prácticamente de toda educación formal y sometidos por el látigo o la pistola del mayoral en las centrales azucareras hasta la mitad del siglo XX. Las clases terratenientes mantuvieron por siglos a nuestros campesinos en condiciones infrahumanas.

El rechazo de nuestra cultura campesina tradicional fue alimentado por el devastador impacto de varios fenómenos naturales y sociales: los huracanes San Ciriaco a finales del siglo XIX y San Felipe en el 1929, la gran depresión económica mundial a partir del mismo año, enfermedades como la anemia infecciosa, la bilharzia y la malaria. Las condiciones de extrema pobreza que resultaron de tantos azotes fueron confundidos con una supuesta “inherente mediocridad” en la manera de los jíbaros aproximarse a la realidad. No es de extrañar el cruel retrato que nuestra literatura hace de ese jíbaro, desde la miseria física y moral en La Charca de Manuel Zeno Gandía en el siglo XIX, hasta la desgracia existencial del campesino obligado al exilio, ya sea el urbano en “En el fondo del caño hay un negrito”, o a los niuyores, en “La carta”, ambos cuentos de José Luis González.

Sin embargo, existe muchísima evidencia de que allí dónde nuestros jíbaros tuvieron acceso a suficiente tierra de buena calidad, con bosques y agua para cubrir las necesidades familiares y comunitarias, los campesinos establecieron fincas altamente productivas que permitían alimentar a familias numerosas, apoyar a los vecinos más necesitados y vender excedentes en los mercados locales o de exportación. No es éste el lugar para entrar en una discusión más académica; basta con dar dos ejemplos. Primero, ésa fue la experiencia que testimonié cuando viví en el Barrio Matuyas Bajo de Maunabo a finales de los años setenta. Allí conocí a familias que habían desarrollado actividades productivas rurales diversas y exitosas, y que habían criado y educado muchos hijos –propios y ajenos– en entornos sociales bien estructurados, basados en su enorme caudal de conocimientos sobre la naturaleza. El otro ejemplo es lo que nos cuenta José Rivera en estas páginas. Un mundo de niños y niñas saludables creciendo y educándose en el Barrio Borinquen Atravesada de Caguas en los años cincuenta y sesenta. Familias que manejan sistemas complejos de conocimientos para su sustento: agricultura para la alimentación de personas y animales, construcción, fabricación de herramientas y la conservación y usos sustentables de los recursos naturales.

Llama enormemente la atención lo que nos comparte José Rivera sobre la calidad y cantidad de conocimientos tradicionales en torno a la agricultura y la naturaleza. En Puerto Rico se ha negado la existencia de un conocimiento tradicional importante, argumentado el genocidio indígena y la temprana inmigración europea y africana. Nosotros refutamos esa ruptura histórica y apoyamos la tesis de que en la Isla hubo una importante supervivencia indígena mucho más allá del siglo XVI. La justifica la extensa y comprobada presencia genética, lingüística, toponímica, cultural y tecnológica taína, así como la historia de la colonización tardía europea de la zona central montañosa.[1]

En el artículo 8j de la Convención sobre la diversidad biológica, aprobada por 150 países[2], se define al conocimiento tradicional como “…los conocimientos, las innovaciones y las prácticas de las comunidades indígenas y locales que entrañen estilos tradicionales de vida pertinentes para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica”. Por lo general, este conocimiento –intrínseco a las comunidades campesinas tradicionales– es desarrollado a través del tiempo y depende de la transmisión intergeneracional. En la actualidad, a nivel mundial, el conocimiento tradicional se considera uno de los pilares para la conservación y uso sustentable de los recursos naturales.[3]

Para poner un ejemplo del libro que comentamos, durante las décadas pasadas se burlaban cuando uno proponía que en Puerto Rico había que volver a usar las yuntas de bueyes para arar en las fincas de montaña. Se puso de moda el uso de puercas, maquinarias pesadas, para “limpiar” los terrenos inclinados, pues el Departamento de Agricultura ofrecía incentivos para que los agricultores las utilizaran. Todavía se pueden ver operadores temerarios subir y bajar con esas máquinas, arrastrando toda la vegetación y el mantillo o tierra fértil al fondo de las rejoyas o lomas. No cuesta mucho deducir el daño a los suelos, la destrucción de los cuerpos de agua y la pérdida de biodiversidad terrestre y acuática. Tales prácticas, unidas al uso de agrotóxicos, han contaminado montes, ríos, lagos, estuarios, manglares y arrecifes coralinos.

Recientemente las autoridades agrícolas han vuelto a incentivar el uso de la yunta de bueyes en nuestras fincas de montaña. ¡Enhorabuena! Aunque sea para evitar provocar más daño y facilitar la recuperación de nuestros agroecosistemas. Y felicitaciones a José Rivera por que nos ofrece en estas páginas mucha información sobre cómo se doman los bueyes, cómo se ara con ellos y cómo se les cuida.

Cómo parte del proyecto de SembrArte, PT, en La Casa Jíbara del Siglo XXI del Jardín Botánico y Cultural en Caguas,[4]José Rivera incorporó una yunta de bueyes y aró aquellos terrenos con ellos. Sabemos de otros agricultores en Cidra, Cayey, Humacao, Toa Alta, Barranquitas, Hatillo y Orocovis que han hecho lo mismo. Sin esta memoria viva, las decisiones gubernamentales quedarían en papel mojado o como vanos intentos de reinventar valiosas tecnologías nacidas de una larga evolución entre el ser humano y el medio natural.

Ante los intentos de la ciencia reduccionista oficial de despachar el conocimiento campesino como resultado del azar o de ensayos tipo “prueba y error”, muchísimos estudios demuestran que a través de los siglos los agricultores han llevado a cabo investigaciones inteligentes en áreas tales como la selección y mejoramiento de cultivos, el desarrollo de tecnologías apropiadas y la transformación del medio natural para hacerlo sustentablemente productivo. Desde hace algún tiempo vengo afirmando −y me apoyan investigaciones recientes[5]− que las familias campesinas e indígenas constituyen las comunidades humanas con el mejor expediente como manejadores sustentables de los recursos naturales a través del planeta.

Son muchos los ejemplos presentados en este libro que demuestran el manejo sustentable de los recursos. El padre de José Rivera siembra para dar de comer a la familia, a los vecinos que están necesitados y para la venta, lo cual es una estrategia de estabilidad y diversificación de riesgos típica de las familias agrícolas. Como dice el autor: “Éramos pobres, pero en la pobreza no faltaba nada”. Los cultivos se siembran en acompañamiento (cómo el maíz y el arroz), y se van rotando de lugar para dejar descansar a la tierra y mejorar la producción. Los animales, las siembras, el estiércol, el agua limpia, los bueyes, los cuerpos celestes, todo forma parte de un sistema agrícola integrado. En la finca de la familia de José hay un bosque −“el montecito”− que no se tala, pues es una reserva de madera, algo común en muchos pueblos tradicionales que entienden que no todo puede ser devastado para ganancias a corto plazo.

Todo animal y planta de uso humano viene acompañado de un nombre y un caudal de conocimiento. Cuando perdemos este conocimiento, ese recurso biológico pierde su utilidad para nosotros. Siempre recuerdo con cariño a don Santos Rodríguez[6], maestro agricultor allá en el Barrio Matuyas en los años setenta, quien le conocía nombres y usos a prácticamente todas las plantas y árboles en aquellos entornos. Nuestro más joven don José Rivera es otro maestro agricultor que nos enseña a ponerle nombre y uso a los habitantes de nuestros campos.

Debemos agradecerle a José Rivera que nos cuente cómo se siembra el arroz, el maíz, el tabaco, los ñames. En todo, el autor del libro manifiesta una sensibilidad propia del que se considera parte de su entorno, no rey y señor. A los bueyes se les trata con respeto y cuidado. El lechón –a pesar de su destino como alimento– es una mascota al que se le busca agua limpia y se le cocina. Las plántulas o plantines de tabaco se trasplantan con infinito cariño del semillero a la tierra.

A pesar de que en los relatos se percibe un mundo machista bajo la autoridad del abuelo Papá, nos llama la atención la riqueza de relaciones sociales entre los niños, entre las mujeres y entre hombres, mujeres y niños. Es preciosa la descripción de los juegos, la fabricación de juguetes y la libertad y respeto con que jugaban juntos niños y niñas. La mujer tiene un lugar propio en el mundo del trabajo agrícola y se le trata con respeto en sus distintos roles. Este libro nos presenta mujeres fuertes y hombres que lloran. Por supuesto que no se trata de un mundo ideal, pues el autor nos describe también obreros agrícolas que trabajan por tres pesos al día, niños que riegan pesticidas sin ninguna protección y pobres entre los pobres.

Faltaría mucho por comentar, pero sobre todo me alegra leer en estas páginas que nuestro conocimiento tradicional no es hoy meramente folklore, que está vivo en las mentes de gente relativamente joven como este don José que escribe el libro que tienes en tus manos. También me llena de esperanza saber que personas como José Rivera están entre nosotros, dispuestos a participar de la educación de nuestros jóvenes, ya sea haciendo huertos escolares orgánicos o creando proyectos como SembrArte.

Creo sinceramente que, más allá de cual sea el futuro de ese proyecto que María Benedetti y José Rivera han llevado con tanto esmero investigativo y dedicación humana, la labor de SembrArte, P.T. –y específicamente la Casa Jíbara del Siglo XXI– quedará para la historia como uno de esos maravillosos puentes que tendemos desde el pasado, a través de un presente inquieto y renovador, a un futuro que siempre imaginamos mejor.

Gracias, José, por dejarnos sembrar con tus semillas la esperanza.

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Nelson Álvarez Febles lleva desde el 1977 practicando la agricultura orgánica y trabajando sobre la agricultura ecológica como una alternativa sustentable y socialmente justa. Tiene estudios en sociología y derecho y una maestría en ecología social. Es autor de El Huerto Casero: manual de agricultura orgánica (1984, 2008), La tierra viva: manual de agricultura ecológica (1993) y docenas de artículos sobre la biodiversidad y el conocimiento agrícola tradicional. Produjo los videos La composta: el oro marrón de los agricultores y Agricultura para los nuevos tiempos (INEDA/UMET). Para comunicarse: alvareznelson@hotmail.com.

[1] El Dr. Juan Manuel Delgado desarrolla estos y otros conceptos afines en el curso “Historia de la sobrevivencia indígena en Puerto Rico”, en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, en San Juan, Puerto Rico. http://www.ceaprc.org/index.php

[2] Firmado en 1992 en Río de Janeiro, Brasil, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Es interesante visitar el sitio en Internet de la Convención, con versión disponible en español: www.cbd.int

[3] El estudio del conocimiento tradicional, o traditional knowledge como se le conoce en inglés, es un campo dinámico de la antropología, la etnología y ecología social. Existe abundante información, una rápida búsqueda en Internet sirve para adentrarse en un fascinante campo de estudio.

[4] Este proyecto estuvo a cargo de Rivera y Benedetti desde su comienzo (2004) y construcción (2006) hasta junio del 2009, que SembrArte dejó de administrar la Casa Jíbara y se desvinculó del Jardín Botánico y Cultural de Caguas.
[5] En el sitio de la Convención de Diversidad Biológica hay mucha información sobre la relación entre el conocimiento tradicional y la sustentabilidad (ver la nota 3, arriba). El Prof. Jules Pretty, británico, ha investigado y escrito extensamente sobre el tema, y acaba de publicar Sustainable Agriculture and Food, una obra de cuatro volúmenes (Earthscan, ISBN 1844074080, 2008).

[6] “Los cuentos de Don Santos”, libro que publiqué en el 2005, lleva su nombre en un homenaje a la sabiduría de nuestra gente de montaña (ABRACE/Ediciones Callejón, ISBN 9974663857).

Taller en Barranquitas con Nelson y Raúl, 11-12 octubre

Taller Práctico de Huerto Casero Orgánico con Nelson Álvarez y Raúl Rosado
Vivero de Árboles Nativos, Cañón San Cristóbal, Barranquitas

[Preparando composta en estructura de madera]

Participa en un taller práctico sobre el huerto casero orgánico. Aprende sobre el proceso de la siembra, cómo mejorar la calidad del suelo, cómo hacer la composta, el control natural de plagas y enfermedades, entre otros temas. Además, se discutirán aspectos teóricos sobre la agricultura orgánica, la agroecología, la alimentación saludable y la seguridad alimentaria en Puerto Rico. El taller será ofrecido por Nelson Álvarez Febles, experto en agricultura orgánica, ecología social y el desarrollo sustentable, y autor del popular libro El huerto casero: manual de agricultura orgánica. Contaremos con la participación del agricultor orgánico Raúl Rosado.

Fecha: 10 y 11 de octubre de 2009
Nivel de dificultad: 2
Hora: sábado, 8:00am a 5:00pm
domingo, 9:00am a 4:00pm
Aportación: individuos $70.00
amigos individuos $35.00


Plazas limitadas, para apuntarte llama al Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico: 787 722 5834

Agricultura sustentable de los Incas en Cusco, Perú

VER FOTOS EN http://www.flickr.com/photos/ecoseragroeco/sets/72157622442092880/

En el mes de agosto de 2009 estuve con mi hijo Joel en la Ciudad de Cusco, Perú. Visitamos ruinas dentro de Cusco, hermosa ciudad y antigua capital de los Incas, y en el Valle Sagrado. Finalmente, tuvimos el privilegio de visitar la Ciudadela de Machu Pichu, gran centro ceremonial, político y de estudio que nunca fue saqueado por los invasores españoles.

Los Incas llegaron a tener un imperio (se dice que benévolo, habría que ver si tal cosa es posible) que iba desde la actual Colombia hasta el sur de Santiago de Chile. Tenían más caminos empedrados que los romanos en la antigua Europa. Se cuenta que podían comer pescado fresco de aguas saladas en Cusco, a cientos de kilómetros del mar, gracias a un elaborado sistema de mensajería. En contra de todo lo que se nos ha contado, vimos que sí tenían un sistema de escritura basado en nudos y cuerdas. Claro, los invasores destruyeron todo lo que pudieron, para poder justificar el saqueo de las ciudades y su riquezas, y esclavizar a los habitantes.

Ya sabía, por mis estudios y viajes previos, que los habitantes de los Andes acostumbran sembrar una gran variedad de cultivos en distintos 'pisos ecológicos', es decir en una gran variedad de agroecosistemas a distintas alturas. Una misma comunidad o familia agrícola siembra a través del año en 'chacras' a distintas alturas sobre el nivel de mar, y pueden haber cientos de metros de diferencia entre ellas. Esto le provee a las comunidades quechuas y aymaras seguridad y estabilidad alimentaria. Si quieren ver más la agricultura andina campesina, un buen sitio para comenzar es visitando: www.agruco.org y http://www.agrecolandes.org/

Pero lo que me llamó la atención es la gran importancia que los Incas le dieron a las investigaciones agronómicas hace más de 500 años. En todas las ruinas importantes que visitamos habían terrazas y otras estructuras de piedra que se usaban para estudiar, mejorar y adaptar las variedades de cultivos a diferentes condiciones de altura, clima y suelos. También eran comunes los observatorios astronómicos, lo cual les permitía anticipar el clima con bastante precisión. El desarrollo de una sofisticada ciencia agrícola les permitió producir alimentos de calidad en cantidad suficiente allí donde se establecieron, ya fuese en la selva amazónica o en montañas a más de 400 metros de altura.

Bueno, espero que disfruten las fotos.

ENCUESTA SOBRE CONTROL DE PLAGAS

(Foto del autor)


ENCUESTA SOBRE INNOVACIONES DE CONTROL DE
PLAGAS Y ENFERMEDADES
EN AGRICULTURA ECOLÓGICA/ORGÁNICA/PERMACULTURA

Nos interesa conocer las innovaciones prácticas que los/las agricultores/ agriculturas ecológicos han venido desarrollando en Puerto Rico en el área del control de plagas y enfermedades. Estamos especialmente interesados en el manejo de plagas y enfermedades de cultivos de uso común en la Isla.

Las innovaciones que nos hagan llegar y sean seleccionadas serán incluidas en el capítulo de Control de Plagas de una nueva versión del libro La Tierra Viva: manual de agricultura ecológica, en la cual estamos trabajando y de probable publicación el en 2010. Junto con cada entrada se incluirá el nombre del agricultor/a que nos la haga llegar, junto a información de contacto, etc.

Pueden usar el formulario/guía que se incluye abajo para hacernos llegar su colaboración. Por favor separar las colaboraciones si envían más de una. Si lo desean pueden mandar fotos, dibujos, esquemas. Me lo envían a la dirección de email o postal que sigue. No dejen de escribirme si tienen alguna pregunta.
Nelson Alvarez Febles

alvareznelson@hotmail.com

180 Hostos 302
San Juan., PR 00922
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LA ENCUESTA
(NOTA: La pueden cortar y pegar en otro archivo, y después me lo mandan.)

1. PLAGA O ENFERMEDAD A CONTROLAR O PREVENIR:

2. CULTIVO O CULTIVOS A LOS CUALES ATACA:

3. EPOCA DEL AÑO CUANDO MAS ATACA:

4. DAÑO QUE HACE:

5. ¿COMO SE IDENTIFICA LA PLAGA O LA ENFERMEDAD?:

6. MÉTODO DE CONTROL O PREVENCIÓN:

7. COMENTARIOS:

8. NOMBRE DEL AGRICULTOR/A QUE HACE LA COLABORACIÓN:

9. FINCA, PROYECTO U ORGANIZACIÓN:

10. INFORMACIÓN DE CONTACTO (TELÉFONO, EMAIL, ETC)
(Si dan la dirección física, especificar si quieren o no visitas)
NOTA: MANDEN FOTOS Y/O DIBUJOS, SI LOS TIENEN

AGRICULTURA ORGANICA A LA PUERTORRIQUEÑA

Publicado en Agrocooperando, periódico de la Cooperativa Agrocomercial de Puerto Rico, mayo de 2009.

AGRICULTURA ORGANICA A LA PUERTORRIQUEÑA
RESEÑA: El Huerto Casero: Manual de Agricultura Orgánica, segunda edición. Por Nelson Alvarez Febles. EMS Editores, 2008.

Carmelo Ruiz Marrero

La producción agrícola orgánica goza de un gran auge por el mundo entero. Se perfila como alternativa viable y efectiva para proteger el ambiente, combatir el calentamiento global, revitalizar comunidades rurales y economías agrícolas, y alimentar el mundo.
Pero la mayor parte de la información práctica de cómo sembrar orgánico nos viene de otras latitudes, de lugares como Estados Unidos y Europa, donde las condiciones climatológicas y los tipos de suelo son totalmente distintos de los nuestros. Por otro lado oímos de bocas poco informadas que la producción orgánica no es viable en nuestro país supuestamente debido al calor y humedad de nuestro clima. Mientras tanto, países igual de tropicales que el nuestro, como Costa Rica, Ecuador y Brasil, nos están comiendo los dulces como productores y exportadores de productos orgánicos a mercados altamente cotizados en Europa.
Ante esta situación se hace necesario desarrollar un saber nacional sobre el agro orgánico, adaptado específicamente a la geografía y cultura puertorriqueñas. Pero antes de tirarnos a desarrollar novedosas tecnologías y técnicas primero hay que rescatar del olvido y abandono las tradiciones y conocimientos que los campesinos jíbaros desarrollaron a través de siglos de experiencia con el terruño, sabiduría antigua y profunda que fue injustamente tildada de atraso e ignorancia cuando se industrializó la agricultura en el siglo pasado. Es urgente rescatar ese conocimiento no solamente para darle nuevos bríos a nuestra agricultura sino también para enfrentar la crisis económica, el agotamiento del petróleo y el calentamiento global.
En su libro “El Huerto Casero: Manual de Agricultura Orgánica”, el autor Nelson Alvarez Febles hace una contribución importante en esta dirección.
Alvarez Febles no es nuevo en este campo. Desde hace muchos años su nombre es bien conocido por casi todo el mundo en Puerto Rico que está comprometido con la alianza de la agricultura con la ecología. Al comenzar la década de los 90 yo estudiaba humanidades en la UPR de Río Piedras y, emocionado con las nuevas posibilidades que presentaba la recién comenzada era de la posguerra fría, me la pasaba hablando de desarrollo sustentable, energías renovables y agricultura ecológica, y fueron varios los amigos que me dijeron “deberías hablar con Nelson Alvarez, él está en la misma onda que tú”.
De hecho, “El Huerto Casero”, ahora en su segunda edición, fue publicado originalmente en 1984 por la Editorial Claridad. El primer borrador data de 1981, escrito en las montañas del barrio Matuyas Bajo de Maunabo “durante horas robadas al trabajo en la finca o bajo la luz de velas y quinqués por las noches”. Para entonces Alvarez Febles llevaba años promoviendo la agricultura orgánica, en una época en que casi nadie- ni en la izquierda ni en la derecha- sabía qué era eso, y el movimiento ambientalista como lo conocemos hoy apenas estaba tomando forma.
En 1989 Alvarez Febles formó parte del colectivo que fundó en el barrio Cubuy de Canóvanas, el Proyecto Agro-Orgánico de Cubuy. Durante sus tres años de existencia, éste “fue un semillero fértil para muchas de las iniciativas posteriores que se han dado en Puerto Rico en la agricultura orgánica”. En 1993 publicó “La Tierra Viva: Manual de Agricultura Ecológica” con el auspicio del Instituto de Educación Ambiental de la Universidad Metropolitana, en el cual profundizó en los aspectos teóricos y políticos de las prácticas agrícolas ecológicas dentro de un contexto de conciencia social.
Fue ese año cuando por primera vez pude conversar extensamente con Nelson, pues coincidimos en el Instituto de Ecología Social en Vermont, EEUU. El estaba presentando su tésis de maestría sobre agricultura orgánica mientras que yo estaba apenas llegando al Instituto para comenzar la maestría mía. De ahí él salió derecho a Barcelona a trabajar para GRAIN, organización internacional dedicada a la protección y uso sustentable de la biodiversidad agrícola. Por muchos años GRAIN ha hecho vanguardia al abordar temas relacionados al nexo entre agricultura y sustentabilidad. Década y media después de ese encuentro en Vermont oí de la boca de amigos argentinos que Nelson había ofrecido un memorable taller de dos días sobre huertos urbanos en la ciudad de Rosario. Actualmente vive en Atlántida, un pueblo costero uruguayo ubicado entre Montevideo y Punta del Este.
Y, ¿Qué ha cambiado entre la primera edición de “El Huerto Casero” y la nueva edición? “En estos últimos 25 años, desgraciadamente hemos presenciado el crecimiento de la agricultura contemporánea, basada en la industrialización a gran escala y en el uso intensivo de recursos externos como el agua, petróleo, abonos químicos, agrotóxicos y, más recientemente, en la introducción masiva de cultivos transgénicos”, dice el autor en la introducción a la segunda edición. “Ese tipo de agricultura depreda los recursos naturales, tiene un impacto muchas veces negativo sobre la calidad de los alimentos que llegan a la mesa, y fomenta la destrucción del mundo rural y campesino”.
“Mientras, todavía se escuchan voces, tanto desde el sector empresarial como desde los sectores oficiales, argumentando que la agricultura orgánica es un lindo ideal, pero imposible, especialmente en un clima tropical como Puerto Rico, etc. Esa manera de pensar ignora la gran cantidad de investigación que se ha hecho en todas partes del mundo, tanto desde las universidades como de los centros de investigación de las organizaciones de la sociedad civil. Durante las décadas de los años 70 y 80 se fue probando que la agricultura orgánica (entendida como la agricultura ecológica, permacultura, biodinámica, entre otras aproximaciones ecológicas y sustentables) es técnicamente viable en todo tipo de climas. Lo hemos visto desde España hasta Filipinas, desde el estado de Vermont a la provincia de Buenos Aires, y de las montañas de Utuado a los llanos costeros de Rincón.”
Pero, ¿Cómo hacer realidad la visión agroecológica en Puerto Rico, cuando nuestro paisaje político y económico es tan adverso a este tipo de propuesta? Alvarez Febles propone como paradigma de acción el mantener vivos los bolsillos de resistencia. Estos bolsillos pueden ser territoriales (como lo son los huertos orgánicos), biológicos (como plantas medicinales y variedades de semillas) o culturales (como los conocimientos tradicionales y cosmovisiones antiguas). “Se trata de pensar en estos bolsillos de resistencia como las semillas para el futuro, semillas de esperanza para los nuevos tiempos”.
Esta segunda edición no es un mero refrito de la edición del 84. Además de una introducción nueva, hay secciones nuevas que incorporan técnicas, como estrategias de siembra y conceptos de abonamiento, conversiones de medidas al sistema métrico, y un apéndice que lista valiosas lecturas, recursos y contactos. A las ilustraciones de la edición original, hechas por Nuria Banal, se añaden otras de Coqui Santiago.

Un vistazo desde la ecología social a la agricultura ecológica en Puerto Rico

[NOTA: En el número de abril del Periódico Diálogo de la Universidad de Puerto Rico, en la página 31, se publicó el artículo “Agricultura ecológica: relación sensata con la naturaleza”, una versión abreviada y sin notas del artículo que sigue abajo. Si no tienen acceso a la versión del periódico en papel, está disponible en Internet: http://dialogodigital.com/node/1289 ]

(Rincón biodiverso en el huerto del autor.)


por Nelson Alvarez Febles[1]

“… el sistema de desarrollo actual es insostenible. En ese sentido, desarrollo y sostenibilidad no se combinan. Son lógicas contradictorias.”
Leonardo Boff, teólogo brasileño, 2006


Hablar de agricultura ecológica[2] incluye el empeño de cultivar nuestros alimentos mediante tecnologías que protejan a la naturaleza, favorezcan nuestra salud y utilicen los recursos naturales con perspectiva intergeneracional. Además, tiene que ver con cambios de paradigmas en la manera de pensar la ciencia y el desarrollo.


Complementariedad frente a jerarquías

Nuestra actualidad sigue marcada por el cambio que se produce en el pensamiento dominante europeo durante la Ilustración, desde un teocentrismo dominado por estructuras religiosas feudales a un antropocentrismo que propició el desarrollo industrial y el capitalismo. La naturaleza pasó de ser vista como un reflejo incuestionable de la creación divina a una expresión de la evolución a ser subyugada por el hombre [nota del autor: uso intencional del género masculino].

Más allá de que pensamiento reduccionista basado en el racionalismo ha sido, sin lugar a dudas, esencial para el desarrollo de importantes tecnologías modernas, el mismo también está en la raíz de muchos de los problemas sociales y ecológicos a los cuales se enfrenta la humanidad en este principio de siglo. El calentamiento global, la destrucción de ecosistemas completos, la acumulación sin límites de riquezas y su contraparte la pobreza en la que vive la mitad del planeta son inseparables de una determinada forma de mirar la realidad.

Según esa construcción europea atropocentrista, el hombre estaría en la cúspide de la escala biológica, y todo lo demás, -ecosistemas, animales (o razas distintas), árboles, plantas, ríos y montañas- sujeto a su dominación y transformación. Proyectamos un imaginario hostil contra la naturaleza, mientras transferimos a ella esquemas jerárquicos de dominación –el león es el rey de la selva, el pez grande se come al más pequeño.

Durante el siglo veinte surgieron, desde la ciencia, otras miradas. La física cuántica, al entrar en el mundo de las partículas subatómicas, se encuentra con que en vez de fragmentaciones cada vez más pequeñas lo que existe es una compleja red de relaciones: el mundo subatómico no está formado por materia, sino por ‘manojos de energía, pura actividad’.[3]

La ecología moderna nos enseña que lo que existen son relaciones complejas de complementariedad entre una enorme diversidad de seres que producen una gran estabilidad.[4] El ser humano también entraría a formar parte de los ecosistemas, de la enorme diversidad de seres vivos, sistemas geográficos (montañas, lagos, ríos), fenómenos climáticos, un todo en dinámica interrelación.
Esto desplaza al ser humano del trono donde él mismo se ha colocado y lo obliga a una reflexión ética. Ya no es posible en nombre de la ciencia reclamar una objetividad incuestionable, ciencia a la que hoy se le exige que acepte el principio de precaución ante la duda sobre los impactos –físicos o sociales- que sus inventos puedan tener sobre la naturaleza o las personas.[5]

La ecología social plantea que los problemas ecológicos están profundamente arraigados en complejas problemáticas sociales; por lo tanto, las soluciones a estos problemas deben partir del pensamiento ético y acciones colectivas[6]. La naturaleza y lo social se funden en un continuo sin perder sus características particulares, en una tendencia hacia la interdependencia. El ser humano tiene un papel particular, no porque su lugar evolutivo le otorga el derecho a disponer de todo lo demás, sino porque la capacidad de autoreflexión le impone el deber de expresar lo mejor de su potencial. El ser humano es visto como la oportunidad de la naturaleza adquirir plena conciencia sobre si misma. Debemos ser su expresión más creativa, no sus verdugos. Ese es el gran reto de la especie, pues el mundo va a sobrevivir con o sin nosotros.

Al dejar de pensar en términos jerárquicos, tenemos que plantearnos la igualdad de razas y géneros. Hay que desterrar los empeños en homogenizar a los pueblos eliminando la diversidad de lenguajes, arte, religiones, culturas. Igualmente, al respetar la diversidad en la naturaleza desde los niveles más elementales (flora, fauna, ecosistemas) tenemos que cuestionarnos el uso de la violencia para la conquista de territorios, recursos naturales (agua, minerales) o recursos biológicos (alimentos, genes, especies, grupos humanos).


Bases de una agricultura ecológica

Desde la discusión anterior se puede entender que una verdadera agricultura ecológica debe cumplir con los siguientes principios:[7]

· Económicamente sostenible: viabilidad en el tiempo, en cuanto a la finca como unidad, en cuanto a la región, recursos, bajos insumas externos, rentabilidad estable, integración de todos los componentes: producción, mercadeo, tecnología, investigación participativa.

· Ecológicamente sensitiva: protección, recuperación y regeneración de los recursos no renovables, en vez de degradación y agotamiento; sintonía con el naturaleza; uso del reciclaje; uso de tecnologías/energías alternas; protección de la biodiversidad; tecnología libre de agroquímicos que afectan el agua, la tierra, el aire, la flora y la fauna; productos sin residuos tóxicos para el ser humano.

· Socialmente justa: salarios y entradas dignas para los agricultores y trabajadores, respeto por sistemas y conocimientos tradicionales, igualdad de derechos para la mujer, alimentos suficientes en calidad y cantidad para los productores en todo el planeta, respeto por la diversidad cultural; consideración por los efectos que la agricultura produce en la sociedad, el medio ambiente, la economía, las generaciones futuras y pueblos de otros países.

Este tipo de agricultura utiliza prácticas que protegen a los recursos naturales a la vez que producen beneficios para la naturaleza y los agricultores:

• Variedad de cultivos a través de la utilización de la rotación de cosechas, los cultivos intercalados y el descanso del suelo o la selección de variedades de cultivos que se adapten bien a las condiciones de suelo y clima de la finca.

• La utilización de materia orgánica para mejorar los suelos y nutrir los cultivos, y la minimización del uso de abonos no orgánicos.

• El uso de controles no tóxicos para el control de plagas y enfermedades.

• Controles mecánicos y orgánicos de la vegetación no deseada, en vez de usar herbicidas.

• El aprovechamiento y reciclaje de los recursos internos de la finca y de la vecindad, para reducir en lo posible los costos de producción.

• La protección del suelo de la erosión, la no contaminación de los recursos naturales, la protección del agua (en el suelo, superficial, acuíferos), la protección de las especies autóctonas -herencia genética- fomento de la biodiversidad y la regeneración del ecosistema local.


Por qué agricultura orgánica en Puerto Rico

Durante las décadas de los sesenta a los ochenta en el mundo se llevó a cabo muchísima investigación de campo, por o cual hoy se puede afirmar sin lugar a dudas de que la agricultura orgánica es agronómicamente posible. En otros escritos hemos dado argumentos sobre lo anterior, [8] existe muchísima más información, alguna de fácil acceso en Internet. Baste aquí decir que según la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM, según siglas en inglés), en el mundo en el año 2005 se hizo agricultura orgánica en 120 países, 623,000 fincas y más de cien millones de cuerdas.[9]

Por lo tanto, las principales dificultades que enfrenta la agricultura ecológica para su adaptación en gran escala tienen que ver más bien con políticas públicas. Por ejemplo, qué se enseña en las universidades, que tipo de subsidios se le dan a los agricultores, los sistemas de acopio, distribución y mercadeo, la prioridad estética sobre la nutricional en la selección de alimentos, el procesamiento frente al consumo fresco, la falta de estímulo al consumo de alimentos del lugar y del tiempo, entre muchas otras.

Nosotros entendemos que una agricultura ecológica en Puerto Rico podría aportar a encaminarnos hacia esa otra manera de vivir en esta Isla que creemos posible:

· En lo ecológico: Protección de nuestros suelos, bosques, montes fuentes de aguas, lagos, costas, manglares. Conservación de ecosistemas sensibles. Reducción de la contaminación química. Conservación y aumento de la biodiversidad productiva.

· En lo económico: Creación de empleos de calidad, especialmente para jóvenes. Autogestión familiar y comunitaria. Diversificación de la matriz productiva en Puerto Rico. Aumento del auto-abastecimiento alimenticio.

· En lo social: Revitalización productiva y social de nuestras zonas rurales, especialmente en el interior del país. Rescate del mundo rural, con su bagaje de conocimiento tradicional –reconocido hoy como esencial al manejo intergeneracional de los recursos naturales. El rescate de la dignidad de la “cultura del agro”.
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[1] El autor es especialita en agricultura ecológica y políticas públicas en biodiversidad agrícola. Correo electrónico: info@ecoser.org
[2] Incluimos en el concepto de agricultura ecológica, sin dejar de reconocer los matices de cada una, a la agricultura orgánica, la permacultura y la biodinámica.
[3] En la divulgación de estas ideas han sido pioneros los trabajos de Fritjoff Capra, entre ellos el Tao de la física (1975) y El punto crucial (1982)
[4] Pienso, por ejemplo, en el importante libro de Ramón Margalef, Teoría de los sistemas ecológicos, Universitat de Barcelona, 1993.
[5] Ver, por ejemplo: “Cuando haya amenaza de daño grave irreversible, no debería utilizarse la falta de total certidumbre científica como razón para postergar la adopción de medidas eficaces… para evitar la degradación del medio ambiente.” Declaración de Río (principio 15), Conferencia de las Naciones Unidas para el medio ambiente y el desarrollo, 1992.
[6] El principal exponente de la ecología social lo fue Murray Bookchin, autor, entre otros textos, de: The Philosphy of Social Ecology: Essays on Dialectical Naturalism, 1995.
[7] Los conceptos que se incluyen en este apartado han sido adaptados de nuestro libro La Tierra Viva: manual de agricultura ecológica (1993), UMET.
[8] Por ejemplo, en la nueva introducción de nuestro libro El huerto casero: manual de agricultura orgánica, (2008) paginas 15 a 17.
[9] IFOAM. “The World of Organic Agriculture: Statistics and Emerging Trends,” Alemania (2006). www.ifoam.org

Fotos agricultura orgánica en Puerto Rico

Hemos ido sacando fotos durante nuestras experiencias haciendo talleres y visitando fincas y huertos orgánicos en Puerto Rico. Agradecemos a l@s que nos ha invitado a sus casas y fincas, y a todos y todas los que salen en las fotos. A través del enlace que sigue pueden visitar nuestro albúm.
http://www.flickr.com/photos/ecoseragroeco/

Un semillero de ideas: una tarde con Nelson Álvarez Febles

En el Recinto de Utuado,
Universidad de Puerto Rico

por Eva Luz Menéndez, de Diálogo Digital
4 de marzo de 2009

Elementos: tierra, libros, sabiduría. Es lo único que necesita el agricultor Nelson Álvarez Febles para hacer de su vida una historia. A sus 59 años de edad no tan sólo ha viajado el mundo sino que lo ha hecho regando una semilla que sí da cosecha… sus conocimientos en agricultura ecológica...

Para ver el resto del artículo ir a: http://www.dialogodigital.com/node/837

El Huerto Casero: manual de agricultura orgánica

El Huerto Casero: manual de agricultura orgánica
por Nelson Alvarez Febles


Nueva edición revisada y ampliada
© 2008, 160 páginas
alvareznelson@hotmail.com



Para esta nueva edición hemos hecho una revisión completa de la edición del 1984 de El Huerto Casero: manual de agricultura orgánica, actualizando contenidos y en ocasiones también el lenguaje. Hemos integrado elementos de nuestro trabajo en los años transcurridos, añadido secciones e incluido parte de la experiencia adquirida por aquellas agricultoras y agricultores que en tiempos recientes y con mucho esfuerzo han dado nuevo impulso a la agricultura orgánica en Puerto Rico.

· Nueva introducción
· Más ilustraciones
· Apuntes para una biodiversidad productiva en el huerto
· Cómo hacer y sembrar los bancos abonados orgánicos
· Sección sobre vegetales novedosos en Puerto Rico
· Indicaciones adicionales sobre la siembra, el compost y el cuidado del huerto

DISPONIBLE EN LAS PRINCIPALES LIBRERÍAS
DE PUERTO RICO

“Es un bolsillo de resistencia ante el avance de la destrucción del medio natural y de la diversidad cultural en La Tierra, y va cargadito de semillas de esperanza, pues otro mundo es definitivamente posible.”

La agricultura orgánica en Puerto Rico por Nelson Alvarez Febles [1]

Basado en una entrevista por Magha García, para Oro Verde
febrero de 2007
San Juan de Puerto Rico


El interés por la agricultura orgánica en los años setenta

Para entrar al tema con una perspectiva más amplia, abría que ir a los años después de la Segunda Guerra Mundial, que es cuando empieza la mal llamada Revolución Verde y la industrialización a escala global de la agricultura. Estados Unidos se encuentra con una gran cantidad de maquinaria que quedó excedente después de la guerra, la capacidad de producción de máquinas de guerra que se utilizó para tractores y para camiones, y la capacidad de producción de químicos venenosos que paso a utilizarse en la agricultura. El más famoso es el DTT. Esta capacidad tecnológica e industrial consolidó un cambio radical hacia la industrialización en manos de grandes compañías. Lo anterior estuvo unido a políticas agrícolas para tratar de combatir la expansión del comunismo a base de aumentar la producción masiva de cereales, especialmente en variedades enanas de arroz y de trigo en América Latina y Asia, con tecnologías intensivas que dependían de muchos insumos como abonos de síntesis, petróleo, agua, semillas híbridas, etc.

Eso nos lleva a una situación donde comienza a aflorar, ya a finales de los 60s, principios de los 70s, una crítica sobre la importancia que empieza a tener el uso de venenos en la agricultura sobre la salud humana y el medio ambiente. El caso más famoso es el libro Silent Spring, de Rachel Carson (1962), pero también está James Lovelock con su Teoría GAIA (1969). Hay que recordar el descubrimiento en occidente del pensamiento ecologista en las cosmovisiones de los pueblos originarios (por ejemplo, la publicación masiva de la famosa carta del Cacique Seattle[2]) y un montón de eventos más, que sientan las bases teóricas para el movimiento ambientalista.

También esta todo el tema que podríamos ubicar alrededor del sesenta y ocho en el mundo, que es el principio de un movimiento filosófico y político que quiere retomar aspectos fundamentales y esenciales del ser humano, un nuevo humanismo que quedó plasmado en el amor y la paz del jipismo, pero también que tiene que ver con el pacifismo como oposición a la guerra de Vietnam, una reivindicación del socialismo como principio de equidad y una vuelta a la naturaleza. Todo esto está en los comienzos del movimiento ecologista. A nivel mundial se da por parte de la gente que nos habíamos desvinculado por varias generaciones del campo, pues nuestros antepasados habían sido campesinos, un movimiento de regreso al campo. Este giro ideológico venía unido al convencimiento de no querer formar parte de un mundo que uno percibía que iba dirigido hacia el desastre, y también como la manera de crear alternativas mas solidarias frente a un mundo que empezaba a ser mas conflictivo en medio de la llamada guerra fría. Aquel movimiento rechazó la transformación hacia una sociedad basada en el consumo, que se veía venir.

Pues con esas influencias anteriores me parece que estamos en los 70s en el principio del movimiento ecologista en Puerto Rico. Recuerdo unos muchachos en la universidad que para el 72-73 tenían un jeep e iban a una finca en Ciales, en Toro Negro. Son los primeros que yo recuerdo en Puerto Rico que se fueron para el campo. Entre ellos estaba Chagui Mari, el hijo de Juan Mari Bras que fue asesinado. Tito y Damaris siguieron haciendo agricultura y han pasado por distintas etapas hasta la actualidad, que siguen el campo. En estos momentos son agricultores exitosos. En esos años también tienes a Tomás Helfeld, que hasta el día de hoy está en Orocovis. Papo y Gladys trabajaron en una hermosa finca en el tope de una montaña de Utuado. Otra persona bien importante en esa época es Carlos Montalvo. Carlos era periodista y debe seguir haciendo radio. Inicia un proyecto para reciclar ya en el 1971-72 en Puerto Rico, recogiendo papeles en el gobierno, Energía Verde, creo que se llamaba. También crea una asociación de bicicleteros y promueve la bicicleta como alternativa de transporte. De hecho, se hacen un par de excursiones alrededor de la Isla en bicicletas. En la actualidad se dedica a sembrar árboles frutales orgánicos y tiene una compañía que esta trabajando con eso. Además Jorge Gaskins estaba en el área de Carite, estableciendo el primer colector para generar gas metano, entre otras iniciativas ecológicas.

Quedan muchos y muchas otras sin mencionar, pero el movimiento orgánico tuvo sus precursores en los campos de Puerto Rico en esos años. Claro, no debemos de dejar de mencionar a todos los campesinos, nuestros jíbaros, que nos transmitieron muchísimos de conocimientos que nos ayudaron a hacer la transición de la ciudad al campo, y muchas estrategias de manejo agrícola sensitivas al medio natural.

Otro elemento que hay que tomar en cuenta en los años 70s es el auge del independentismo en Puerto Rico, lo que se ha llamado La Nueva Lucha. Son tiempos de renovada identificación con la tierra, por que el independentismo siempre ha manejado con cierto idealismo la identificación con la patria, con la naturaleza. En aquellos años en el País se están instalando las petroquímicas con unas agresiones muy fuertes sobre el medioambiente, y empiezan a instalarse las farmacéuticas. Se intenta explotar las minas de cobre a cielo abierto en Adjuntas, Lares y Utuado, y se quiere explotar la Isla de Mona para un super-puerto. En esos años entra con fuerza Misión Industrial a la lucha ecologista y social, labor que sigue hasta el día de hoy.


Influencias mundiales

Los anteriores son eventos en Puerto Rico, pero también se dan procesos similares a nivel mundial. Viví en España a mediado de los 70s y empiezo a hacer agricultura orgánica en el Pirineo Catalán en el 1977-78 en una masia, una antigua casa de piedra, es ahí donde primero tengo las experiencias de trabajar el campo. Teníamos cabras, hacíamos yogur y quesos orgánicos, aprendimos a hacer la huerta orgánica. Más o menos estos procesos se fueron dando en forma paralela en todo el primer mundo. En los países de América Latina la agricultura orgánica también llega por esos años y principios de los 80s, pero de la mano de organizaciones no gubernamentales europeas (ONGs) que ofrecieron ayuda para el desarrollo ante la crisis económica y social producto de las dictaduras militares y las guerras internas, por lo general apoyadas desde Estados Unidos. Toda esta actividad fue generando grandes cantidades de estudios científicos, experiencias empíricas, revistas, libros, conferencias e intercambios que ayudaron a consolidar la opción de la agricultura orgánica como algo tecnológicamente viable, ecológicamente sensible y económicamente realista.

También estaba el tema de la alimentación. Se empiezan hacer los primeros estudios que vinculan los problemas de enfermedades serias -como las cardiovasculares, la diabetes, enfermedades mentales, algunos tipos de cáncer - con los estilos de vida sedentarios y la alimentación industrializada. Como otra influencia podemos añadir la entrada de las filosofías orientales que vienen acompañadas de unas tradiciones milenarias de medicina y alimentación, que cuestionan la tendencia que se estaba dando en occidente de aumentar el consumo de proteínas, de carbohidratos refinado y grasas de mala calidad. Empieza a llegar de la India la medicina ayurvédica, la dieta lacto-vegetariana hindú del yoga, la Macrobiótica que viene del Japón con el uso de los cereales integrales. Estamos hablando de una época en que el arroz integral había que mandarlo a buscar en saco de 50 libras por barco y el tofu y el seitan habia que hacerlo en la casa, que era muy exótico comer algas y el pan integral no estaba disponible excepto en algunas tiendas dietéticas para la gente que tenían problemas digestivos. Las plantas medicinales prácticamente habían desaparecido entre la gente urbana y de las farmacias y los supermercados. La tendencia hacia la industrialización de la medicina en la agricultura y la alimentación era muy fuerte.

En mi opinión todos esos factores son los que van dando un contexto favorable a las primeras incursiones en la agricultura orgánica, que va muy ligada a la entrada del naturismo, los naturópatas, la iridiología, las tendencias vegetarianas. Muchas de estas tendencias vienen acompañadas por posturas religiosas y de cierta postura política radical, que no solamente cuestionaba la evolución del capitalismo y el consumo, sino que también cuestionaba ciertas posturas dogmáticas en el campo de la izquierda marxista.

Para terminar con esto hay señalar que en esa época ya habíamos pasado de la fascinación cuando uno veía una chimenea echando humo, de que ese era el progreso, a las primeras experiencias donde las comunidades comenzaban a quejarse de los efectos de la contaminación causada por la industrialización a ultranza de la Isla. Cataño ya era un área donde los niños y los adultos tenían problemas de la piel y respiratorios. Cuando me voy a vivir a la Sierra de la Pandura en Maunabo en el 1979, los campesinos de allí decían que los palos de aguacates se habían secado a partir de que la petroquímica Sun Oil empezó a refinar petróleo en Yabucoa y de como los vientos alisios traían la contaminación. También la contaminación estaba afectando la yautía, a la que le estaba dando el mal seco. En Guánica y Guayanilla la gente ya tenían problemas y se quejaban de problemas de salud respiratoria y dérmica. Habían ocurrido incidentes en las fabricas de Mayagüez de envenenamiento entre las obreras con uso el de tintes tóxicos en los textiles. La creciente contaminación es otro elemento que empieza a generar una conciencia ecológica.

En el 1979 nos vamos a vivir a una finca en el Barrio Matuyas de Maunabo, a hacer una agricultura orgánica campesina de pico, azada y machete. Claro, como universitarios nos dedicamos esos años a leer cuanto libro y revista sobre agricultura orgánica conseguíamos en español e inglés, y hasta en francés. De esos estudios, la experiencia sembrando talas y de los consejos de los viejos sabios de aquellas montañas es que nace el librito El huerto casero: manual de agricultura orgánica, escrito con Nuria Banal, publicado en el 1984.

Si súmanos todos esos elementos tenemos a un primer grupo de jóvenes que empiezan a irse al campo a tratar de vivir de otra manera y que desde el principio escogen hacer una agricultora ecológica u orgánica[3]. ¿Por qué ecológica/orgánica? Porque la agricultura orgánica tiene unas cuantas premisas en todas sus vertientes, incluyendo la permacultura o la agricultura biodinámica. Una es el cuidado del recurso natural: suelo, tierra, agua y los biológicos (como las semillas y las variedades de cultivos, que son un recurso que uno tiene utilizar y conservar para las generaciones futuras). El agricultor ecológico no se expone a sí mismo, ni a su familia y sus vecinos a una serie de productos tóxicos que son venenos, los mismos envases lo dicen. Es una agricultura que tiende a potenciar todos los componentes orgánicos e inorgánicos de una finca los procesos biológicos, químicos y físicos que forman el agro-ecosistema. Por ejemplo, el animal en la finca da un estiércol que utilizas como abono, donde la planta cubre el suelo y evita la erosión, la finca orgánica aprovecha lo que se llaman sinergias internas a nivel de los ciclos de energía y de los ciclos vitales: de nutrientes, agua, materia orgánica, control de plagas y enfermedades, entre otros. Y porque es una agricultura que tiende a rescatar el conocimiento campesino tradicional en Puerto Rico, el conocimiento de nuestros campesinos, los jibaros, que en vez de gente torpe e ignorante han sido creadores y depositarios de un enorme caudal de conocimiento sobre nuestro medio ambiente, recursos naturales y tecnología sustentables.


Los años ochentas y noventas

En cuanto a intentos de juntar a la gente en todos estos años, tengo que aclarar que he estado entrando y saliendo del país para vivir en otros países, así que la verdad es que con seguridad se me queda mucha información fuera. Con esa salvedad, sé que a hacia principios de los 80s hubo un intento de organizar los agricultores orgánicos. Luego en los 90s hubo intentos de hacer agricultura orgánica con apoyo comunitario (community supported agriculture). Una persona clave es Iris Varas, una exprofesora de universidad en Bayamón ha sido siempre un enlace desde los consumidores con los agricultores orgánicos. En los 90s hay unos cuantos agricultores orgánicos en el Barrio Frontón de Ciales, entre los cuales está Tato Rodríguez. También tienes algunos que llevan años con la agricultura orgánica, como Pablo Diaz Cuadrado en Orocovis, quien produce café y miel de mucha calidad. En esos años Jorge Gaskins y otra gente comienza con la certificación de productos orgánicos.

Lo que sí te puedo contar es que en el 1989-90 se formó el Proyecto Agro Orgánico de Cubuy (PAOC), una ONG que fundamos unos cuantos profesores que veníamos del programa de estudios de desarrollo económico comunitario del New Hampshire College en San Juan. Fui uno de los promotores y luego el director. El PAOC se integra al proyecto de desarrollo comunitario PRODUCIR, que ayudó a establecer en los Barrios Cubuy y Lomas de Canóvanas la Dra. Antonia Pantojas, fundadora de Aspira. PAOC duró menos de tres años, pues, entre otras dificultades, nunca logró conseguir todo el financiamiento que se había proyectado para la etapa inicial como proyecto de desarrollo económico comunitario, basado en la producción local de productos orgánicos, para lograr su eventual independencia económica. A sus inicios recibió financiamiento de la Fundacion de Puerto Rico y logramos tener un proyecto de adiestramiento, educación y difusión. La idea era que fuera un semillero a nivel teórico, práctico y laboral para el tema de la agricultura orgánica en PR. Lo tuvimos que cerrar el 1992.

Sin embargo, en la mirada retrospectiva siempre he sentido que el PAOC marcó un hito importante en el desarrollo de la agricultura orgánica en Puerto Rico. Estando en el proyecto trajimos a Roberto Sánchez, agrónomo mexicano chapoteca y pionero de la producción orgánica del café. Hicimos un seminario de una semana y luego se hicieron talleres de huertos orgánicos caseros en Cubuy durante un par de años. Entre el 90-93 habremos dado unos 20 talleres entre los que se hicieron en Cubuy y otros itinerantes en PR. Mucha de la gente que ha estado trabajando en la agricultura orgánica en algún momento participó de alguno de esos talleres y/o pasó por el PAOC para conocer la experiencia, visitar la pequeña pero sólida colección bibliográfica. Recuerdo a varios profesores de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, al ingeniero Felipe Bermúez que luego se ha dedicado a promover la permacultura, a Moncho Colón que ha trabajado desde su finca en Barranquitas, a Luis Miguel Rico del INEDA/UMET, a Jannette Gavillán que trabaja con Aromas de de la Tierra, a Margara Reyes que vive en Aibonito y es precursora en Puerto Rico del ecofeminismo, y muchos otros y otras.

Las actividades de PAOC tuvieron mucha difusión en los medios de comunicación y recibió las visitas de escuelas y comunidades. Con los estudiantes de la Universidad del Sagrado Corazón se hicieron algunos proyectos, entre ellos una animación en la clase de Paco López y varias propuestas de comercialización de agricultura ecológica en el curso de Aury Beltrán. Carmen Haddys Torres, del Centro de Comunicaciones, facilitó la documentación de algunas actividades. Entiendo que el Proyecto Agro Orgánico, aunque no perduro en el tiempo, sí sentó unas bases que han sido referencia importante para mucha gente.

El Proyecto Agro-Orgánico cierra a principios del 1992, y entonces pasé a trabajar con el INEDA, Instituto de Educación Ambiental de la UMET. Conseguimos unos fondos de la Fundación Ángel Ramos y dirigimos en el INEDA un componente de agricultura ecológica. En poco más de un año logramos sacar adelante varios proyectos. En cuanto a productos educativos, dos videos, El oro marrón de los agricultores (sobre la composta, con Elia Enid Cadilla) y Agricultura para los nuevos tiempos; y el libro La tierra viva, manual de agricultura ecológica. Estos materiales fueron utilizados por la UMET en programas de capacitación de maestros, sin embargo no han tenido una distribución amplia al público en general. Además se hicieron una serie de talleres de huerto orgánico en Cubuy. También de agricultura orgánica en la finca, de los cuales recuerdo: Maria Benedetti organizó uno en Mayagüez; otro en Aibonito; el agrónomo Franklyn Rivera organizó uno en Arroyo/Patillas; y con Papo y Sana Níkel se hizo otro en el Barrio Barreal de Peñuelas.

Durante esos años del 1989 al 1992 tuvimos la oportunidad de representar a Puerto Rico en varias reuniones internacionales. Fuimos miembros fundadores del MAELA (Movimiento Agroecológico Latinoamericano) en Cochabamba (Bolivia), Sao Paulo (Brasil), y Managua (Nicaragua). También participamos en el IFOAM (Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica), con presencia en reuniones en Brasil y Hungría. Más adelante otros puertorriqueños representaron a Puerto Rico en algunas reuniones del MAELA, como una que se hizo en Venezuela.[4]

Para mi la agricultura orgánica siempre ha estado ligada a una crítica social, a un intento de hacer un mundo ecológicamente más sensitivo, económicamente viable, culturalmente sensible y socialmente justo. Además de que podamos comer mejor y salvar el ambiente, se trata de sostener una agricultura con agricultores, familias en el campo, campesinos y pueblos originarios que puedan vivir de la tierra y alimentarnos a los que estamos en las ciudades. En el 1993 terminé una maestría en Ecología Social en Goddard College (Vermont), con una tesis en inglés que se titula Puerto Rico: Critique of Contemporary Agriculture, and Ecological Agriculture as an Alternative for Sustainable Development.

A partir del 1993 he estado viviendo fuera de Puerto Rico, aunque con viajes frecuentes a la Isla, algunas estadías largas y muchos contactos. En los años 90s habu otra gente que empezó a producir. Recuerdo un norteamericano en Rincón, Joe Smith, y desde el INEDA trabajaron con él para producir material educativo para niños. Varios agricultores de Ciales se unen a la agricultura orgánica, e Iris Vara y otros estuvieron coordinando la producción de vegetales orgánicos para la zona metropolitana. En la actualidad, y desde hace algunos años, hay una cosecha de agricultores orgánicos más jóvenes que se reúne bajo la Cooperativa Madre Tierra y la Asociación Boricuá y venden en la Placita de Roosevelt, en San Juan. Tengo entendido que una de las influencias importante de algunos de estos agricultores es el Dr. Bhat Kechava, que vive en Venezuela y ha venido en múltiples ocasiones a ofrecer cursos en Puerto Rico. Sabemos que también se están llevando a cabo ventas de productos orgánicos en mercadillos en Mayagüez, Ponce, Caguas, entre otros, y que hay agricultores y agricultoras orgánicas en varios pueblos del interior de la Isla.


Limitaciones para el crecimiento

Puerto Rico lleva años viviendo en una crisis estructural seria, una crisis donde es obvio que los recursos no dan para el nivel de vida que llevamos, importamos cerca del 90% de lo que se consume. Además de que no es una opción económica inteligente, es anti-ecológico: somos un país que tiene que traer tomates de California, cuando ese tomate llega a la mesa de los puertorriqueños, las calorías energéticas que se han gastado en su producción, transporte y conservación son más que las calorías alimenticias que aporta. En un pasado no tan remoto en Puerto Rico producíamos muchos y buenos tomates, como el caso del pueblo de Jayuya, que fue famoso por cosechar grandes cantidades de muchas variedades distintas.

En cuanto obstáculos que se encontraron durante el proceso inicial, vamos a ubicarnos hacia los años setenta, aunque muchos de esos obstáculos siguen siendo los mismos. La postura oficial a nivel institucional y gubernamental en aquel momento en la agricultura era completamente lo contrario a una agricultura ecológica. El gobierno pagaba a los técnicos (agrónomos) que hacían la extensión agrícola, siguiendo el modelo de los land grant universities de Estados Unidos. Esos técnicos estaban formados según las ideas de la llamada Revolución Verde, verdadero motor de la agricultura altamente industrializada moderna. La tendencia era (y es) hacia usar pocos cultivos, pocas variedades dentro de cada cultivo, de aumentar la producción neta de algunos sub-productos que forman parte de las plantas.

Por ejemplo, la semilla es lo que se utiliza y valora en el caso del maíz y el arroz, las hojas en el caso de las lechugas y repollos, o los frutos en el caso de los vegetales y frutales, sin tomar en cuenta las aportaciones que una planta en su totalidad hace al agro-ecosistema y a la familia productora. Esto contrasta con la utilidad que en la agricultura ecológica tiene cada uno de los componentes de un cultivo. Por ejemplo, una planta de maíz: además de la mazorca (que nos la comemos tierna, hacemos harina de maíz, la usamos para alimentar los animales, se le sacan almidones y azúcares, etc.), el tronco seco del maíz sirve para que la platita de habichuela se enrede, sus raíces mejoran la calidad del suelo y permiten que el agua entre a capas profundas, después cortas la espiga y sirve de abono, y en caso de necesidad hasta puede usarse como combustible.

En la agricultura tradicional campesina los sistemas no van dirigidos a una sola función: una vaca da leche (de la cual se hace mantequilla, queso, yogurt y requesones), pero también produce estiércol, cuando la vaca pasta distribuye las semillas de la gramíneas, etc. Hoy en día se tiende a menospreciar ese conocimiento campesino tradicional que tiene en sus raíces una concepción integrada e integradora de la realidad, frente a los esquemas reduccionista de la agricultura industrial.

Agricultura es la cultura del agro, el conocimiento forma una parte inseparable de las prácticas agrícola. En los años 70s lo orgánico era bien contra corriente, la gente no sabia lo que era eso, las autoridades se te reían en la cara. Empezamos a darnos cuenta de que estaban destruyendo los cafetales tradicionales con sombra que habían sido productivos durante décadas, matando los árboles para empezar a sembrar el café sin sombra y contra el contorno. Se montaba un loco en una Carterpiller y se tiraba guinda abajo dañaba toda la vegetación, dañando el top soil, tapando las quebradas, y todo eso terminó hasta haciendo daño a los corales en las costas. Esa barbaridad ecológica fue la política oficial durante varias décadas, y sigue siendo la manera como se siembra hoy la mayoría del café en Puerto Rico. El colmo es que ahora las agencias están dando dinero para investigar como hacer el café con sombra, porque se dieron cuenta del desastre. Lo que hay hacer es buscar a los agricultores que aún recuerdan como sembrar el café con sombra, lo que hoy en día se considera ecológico.

Además de la Revolución Verde, en aquella época los intereses económicos empiezan a dominar cada vez más las políticas agrícolas. Las semillas empiezan a ser vendidas por unas cuantas compañías cada vez más grandes, se empieza a limitar la capacidad de mercadear semillas de variedades locales si no son semillas que son certificadas, en fin todo esto que ha llevado a las patentes sobre la vida[5] y los transgénicos[6], que son temas de actualidad.

Bajo la Revolución Verde el gobierno ofrecía paquetes tecnológicos donde te daban los recursos a cambio de que usaras la tecnología tal y cual ellos lo dictaminaban. Por ejemplo, te daban recursos para sembrar cinco cuerdas de café, eso incluía la preparación del terreno con una máquina, criterios de densidad y sombra para alta productividad a corto plazo, y todo un programa por calendario de aplicaciones de químicos: abonos de síntesis, herbicidas, fungicidas, etc. Te decían como tenias que hacerlo. En esa apoca de los 70s y 80s hubo agricultores que querían hacer agricultura orgánica y le dijeron a los agrónomos del Departamento de Agricultura y Extensión Agrícola: “yo quiero el paquete pero no quiero usar los herbicidas ni los abonos químicos, yo lo quiero hacer por mi cuenta.” A pesar de que hubo algún agrónomo solidario, por lo general el resultado era que no les daban las semillas si no se comprometía a todo el paquete tecnológico.

Las políticas agraria dominantes en el país han sido dirigidas primordialmente hacia la alta productividad de productos para el mercado, muchas veces de exportación, y han sido muy deficientes en cuanto a tener en cuenta la salud del ser humano, la conservación de los recursos naturales, la felicidad o el bienestar social. A mi entender la agricultura orgánica esta ideológicamente vinculada a esos valores. En la actualidad parece que hay una pequeña apertura dentro de la política oficial agrícola del gobierno que contempla la agricultura orgánica, pero la ven como un sector productivo más que le añade valor al producto, no como una estrategia productiva que atraviesa todo el universo agrícola y agropecuario.

Un elemento importante en todo esto es el mercado. La gente se pregunta por qué si el arroz integral lleva menos trabajo que el arroz blanco, y al blanco lo pulen para quitarle parte de las capas con más contenido nutricionales (que después se utilizan para producir alimentos concentrados para los animales), entonces el arroz integral se vende más caro que el blanco. Son cuestiones de mercado, es menor la producción, se vende menos y porque las compañías que controlan esos grandes mercados internacionales ganan más vendiéndolo blanco y después utilizando los sub-productos que resultan del pulido del grano por otro lado. Estas son cosas que juegan en contra de una agricultura ecológica y encarecen sus productos.

Además en Puerto Rico aún nos pesa el hecho de que hemos salido hace poco, en términos históricos, de una cultura rural bastante feudal (años 40s y 50s) y se da un proceso rápido de aculturación a una sociedad urbana e industrial. Eso viene acompañado con unos cambios importantísimos en los patrones de la alimentación y por lo tanto de producción agrícola. Hay evidencia de que a través de políticas públicas los Estados Unidos y algunos de los gobiernos insulares intentaron - y consiguieron - cambiarnos muchos hábitos alimenticios. He recogido testimonios en Patillas de que en esos años llegaron nutricionistas del gobierno que le decían a la gente que la pana le daba lombrices a los niños, que las viandas no eran alimenticias, que nuestra comida no servía: así fueron introduciendo otras comidas como de mejor calidad, entre ellas la papa, que es importada.

En mis estudios encontré una investigación de unos especialistas en alimentación (bromatólogos) de la UPR en Mayagüez años 40s, los doctoresAxtmayer y Cook, en donde ellos establecen que con los elementos tradicionales de la dieta puertorriqueña era posible hacer comidas nutricionalmente completas, si se hacían algunos modificaciones para subsanar algunas deficiencias (hierro, fósforo, algunas vitaminas). Deficiencias que tenían más que nada que ver con la pobreza, y se podían resolver añadiéndole a la dieta puertorriqueña mas leche, huevo, pollo, diversificándola con productos que se podían producir aquí. Claro, como al jíbaro nuestro agregado a las haciendas de la montaña o los cañaverales solo les dejaban sembrar encima de los guajonales de piedras o los peores terrenos, se les limitaba el derecho a tener animales, y les pagaban salarios de hambre, fue bien fácil echarle la culpa a la dieta cuando lo que había era una sub-alimentación. No era que la dieta fuera mala: las clases acomodadas en Puerto Rico durante siglos vivieron bien y se reprodujeron bien y fueron sanos comiendo la dieta puertorriqueña. Allí donde nuestro campesino tenía acceso a tierra suficiente logró criar familias extensas y saludable, como tuve la oportunidad de conocer en los barrios de montaña de Maunabo, donde utilizando la ayuda mutua a través de las yuntas de vecinos se sembraban talas de varias cuerdas de arroz, maíz, vegetales y tubérculos.

Estos factores han actuado en contra de la adopción de la agricultura orgánica en Puerto Rico. Ya desde los 70s nos acostumbramos a adquirir nuestros alimentos en los supermercados, el uso de las plazas de mercado y los revendones para comprar comida fresca fue quedando atrás. ¿Cuál es el problema con el supermercado? El supermercado es un lugar que centraliza todo tipo de alimentos y necesita alimentos que puedan ser almacenables durante períodos más largos de tiempo. El negocio principal de un supermercado no es la venta de productos frescos (observe la próxima vez que vaya la gran variedad de productos enlatados, congelados, secos, y los que no son comestibles). Tradicionalmente la familia campesina cosechaba con frecuencia, y la que estaba en la ciudad tenía el remendón que pasaba por las calles vendiendo las frutas, las verduras y la vianda. También se vendía pescado fresco, había carnicerías de barrio con carne fresca porque no podían congelarla. Todos estos eran alimentos que al no ser procesados ni refinados ni enlatados ni congelados eran de mayor valor nutricional y con mucha menos presencia de químicos ajenos a los alimentos.

Para mí la agricultura ecológica debe ser parte de estrategias para traer alimentos más frescos y sanos a la mesa. La agricultura orgánica, como yo la entiendo, que no es de cajita ni de pote, necesita de circuitos de ventas de productos frescos. En Puerto Rico se ha establecido a través de las ferias en distintas plazas y lugares públicos, lo que es un buen camino. En otros países las tiendas de productos naturales venden frutas y vegetales orgánicos frescos. En Puerto Rico no les gusta tener productos frescos de la finca porque les ensucia, pero tenemos que exigir que las tiendas que quieren nuestro comercio además de vitaminas y productos en cajitas y bolsas vendan productos orgánicos frescos. Eso es algo bien importante. El producto orgánico/ecológico verdadero es un producto fresco que necesita unos circuitos de venta rápidos y eficientes.

En Uruguay, Argentina y otros países de América Latina, también en muchas partes de Estados Unidos, se esta usando el sistema del cajón. El consumidor se compromete con el productor a asumir la diversidad y los riesgos de la producción, y a comprarle lo que tenga disponibles según la estación y capacidad productiva. El consumidor debe entender de que cada 10 productos químicos que se utilizan en la agricultura 7 u 8 son por razones cosméticas. Que cuando no usas productos químicos es posible que recibas zanahorias grandes, chiquitas, dobladas, viradas, que la fruta pueda que este picadita o manchada, que la lechuga puede que tenga un gusanito que tengas que lavar. Todas esas cosas quieren decir que estas comiendo un producto que no tiene veneno, que es mas aprovechable.


La agricultura orgánica en un contexto mundializado

Para mí la agricultura orgánica tiene sentido en tanto y en cuanto es una operación a pequeña escala humana. El Secretario de Agricultura de Uruguay, quien es un productor familiar y está dando la pelea por que allá también existe la fascinación por la industrialización, ha dicho que “los agrónomos los hacemos en la universidad por montones pero un paisano, un agricultor de verdad, un jíbaro en el caso nuestro, no se hace en la universidad, se hace por la transmisión de conocimientos en el campo de generación en generación. Los que hemos ido al campo a hacer agricultura orgánica sabemos que se tardan varios años (para mí por lo menos son tres) en lo que uno empieza a entender lo que son los ciclos de la naturaleza y como afectan a la agricultura.

Uno de los temas que tenemos que tener claro es que Puerto Rico en la segunda mitad del siglo veinte fue un laboratorio para la globalización neoliberal. Me explico: aquí nos han llevado a una economía donde producimos por lo general componentes de productos no terminados para exportarlos, e importamos productos para el consumo. Lo usual en los países es que produzcan para consumir y que tengan uno rubros (aquí fue el café, el tabaco, en otra época fueron productos textiles) y con lo que se gana de la exportación comprar los productos que el país no produce, el intercambio en el comercio internacional. Pero hoy en día lo que quieren las grandes potencias económicas son mercados abiertos en donde ellos puedan tirar lo que ellos producen barato y que uno de forma barata les produzca lo que necesitan.

La agricultura orgánica no tiene nada que ver con ese modelo. Es cierto que hay gente produciendo vinos orgánicos para exportar y compañías produciendo todo tipo de cosas que se certifican orgánicas, pero, en mi opinión, no basta. Por eso hablo de agricultura orgánica y ecológica como si fueran lo mismo, para ir más allá de simplemente evitar químicos. La agricultura ecológica tiene un componente social y cultural. Si para hacer un vino orgánico californiano están usando mano de obra de inmigrantes semi-esclavos, para mí eso no es lo que estamos buscando. El profesor Miguel Altieri, chileno en la Universidad de California y considerado uno de los exponentes más importantes de la agroecología, insiste en que una verdadera agricultura ecológica tiene que incluir los componentes sociales, culturales y económicos, además de los agronómicos[7].

El modelo económico globalizado en nada ayuda a nuestra agricultura ecológica. Un ejemplo: en los 80s, Fausto Carrasquillo trajo una maquinaria para fabricar tofu, de muy buena calidad, bajo la marca Tofu Rico. Fausto logró abrir el mercado de tofu en los supermercados, pero tan pronto se le empezó a dañar la máquina y tuvo problemas temporeros, los supermercados comenzaron a traer tofu de Estados Unidos por avión. Lo mismo si te metes con tus plátanos orgánicos en un supermercado y en un momento determinado no puedes cumplir porque la naturaleza es como es y vienen vientos fuertes, sequías, pues te los importan de República Dominicana, o te traen la yuca de Costa Rica.

Por todo esto creo que verdaderamente tenemos que plantearnos que nuestro camino es el camino que estamos llevando, a pasito de hormigas, con unos pocos agricultores comprometidos y desperdigados, con un alto componente ideológico y de compromiso personal, social y ecológico, y la concurrencia por parte de los consumidores a unos puntos de ventas determinados, y así intentar mantener un balance entre el crecimiento de la oferta y la demanda. No creo que vamos a entrar por ahora masivamente a los grandes supermercados porque no esta en la mentalidad del consumidor. El consumidor puertorriqueño por lo general todavía no ha hecho el click de relacionar lo que come con su salud física y mental, ni de relacionar lo que come con el bienestar económico de su país.


Semillas de esperanza

Hay algo que se me ha ido conformando como una estrategia a partir de la gente, especialmente en los últimos 20 años que he tenido la oportunidad de conocer movimientos de agricultura alternativa a través del mundo, ya sea de campesinos, productores familiares o medianos, pueblos indígenas o consumidores de las ciudades, en América Latina, África, Asia, Europa y Estados Unidos. Se trata de dejar de pensar en grandes revoluciones, en grandes cambios, en grandes producciones, en grandes consumos. Los ritmos a escala humana son evoluciones, la construcción de lo nuevo a partir de las innovaciones tecnológicas, los intercambios culturales, pero siempre sobre el conocimiento y la experiencia histórica local. Pienso en bolsillos de resistencia, proteger nuestros ecosistemas, proteger los recursos naturales, proteger nuestros saberes, nuestros conocimientos, nuestras semillas, nuestras maneras de hacer las cosas. Educar a nuestros hijos e hijas, educar a los jóvenes, nuestra generación debe ser puente, pues nuestro pasado es también parte de ese futuro que queremos pensar hermoso. Hacer montones y montones de conferencias, charlas, encuentros, con dos, tres, cuatro, cinco con diez, cien personas, una labor de hormiguitas.

Pensar que esos bolsillos de resistencias son semillas para la esperanza, alternativas a las estructuras a través de las cuales se transmite y ejerce el pensamiento único dominante, pensamiento que promueve y se sustenta sobre la destrucción de los recursos naturales y las riqueza de las multiplicidad cultural.

En ultima instancia tenemos que vivir una vida con la mejor calidad posible manteniendo una dosis, aunque sea por fe, de optimismo. Un trabajo constante de pequeñas cositas en todos los niveles de la cotidianidad: bolsillos de resistencias, semillas de esperanza. Creo que tenemos que fortalecer la capacidad de la gente que quiere hacer agricultura orgánica para que produzcan ecológicamente, exitosamente en la producción, que sea abundante, rentable, que económicamente les signifique un ingreso. El agricultor orgánico tiene que lograr una rentabilidad para sus hijos, su familia.

Tenemos que integrar de nuevo la agricultura en el meollo de la sociedad. Una de las cosas que ha hecho la era industrial – y remacha la postmodernidad - es sacar a la agricultura del centro de la realidad humana, dónde siempre tuvo su lugar. Si la humanidad ha vivido culturas dominantes como la egipcia, la etiope, la griega, la romana, la norteamericana o la europea, es porque hubo una cultura agrícola que permitió que sus miembros comieran, construyeran, se vistieran, tuvieran medicinas y que sobraran productos para que empezaran a existir clases gobernantes, clases sacerdotales, de intelectuales, artesanos, comerciantes: todo eso se monto sobre la cultura del agro. La agricultura también es la herencia que nos han dejado miles de pueblos indígenas, culturas locales que tienen el mejor expediente del planeta como ecologistas, pues han producido a través de los siglos mientras nos han legado recursos naturales sustentables.

Hoy en día vamos hacia una agricultura sin agricultores, y eso destruye esa base de conocimientos y recursos que durante diez o doce mil años ha sido el sustento del crecimiento de la humanidad. Esa destrucción del agricultor/agricultura como centro creativo de la agricultura puede ser fatal para la humanidad, porque si de pronto todas esas tecnologías modernas se nos vuelven en contra - como ya está pasando con el cambio climático, la destrucción de la biodiversidad, la contaminación de las aguas - ¿a dónde vamos a ir a buscar el conocimiento o las semillas que se perdieron? Una vez se pierde el conocimiento sobre su uso los recursos biológicos dejan de sernos útiles.
Tenemos que hacer un trabajo de defensa y conservación de los recursos, del conocimiento, de la sabiduría, sin negar la utilidad de algunas innovaciones tecnológicas. Pueden ser de gran utilidad para la finca orgánica el uso de las cultivadoras a gasolina (teillers), pequeños tractores, las bordeadoras (trimmers), el riego por goteo, algunas enmiendas minerales del suelo o modernas estrategias biológicas para el control de plagas como las fenormonas. No se trata de negar las innovaciones en ciencia y tecnología que sean apropiadas, pero deben cumplir con criterios ecológicos y de sustentabilidad, ser desarrolladas con la participación activa de los agricultores, y responder al bienestar de éstos y las comunidades antes de que a los ingresos de las grandes compañías multinacionales.


Cambios de hábitos y de políticas públicas

Debemos fortalecer a ese agricultor/agricultora que quiere hacer algo distinto para que pueda producir exitosamente, y traer productos saludables y asequibles a la mesa de los consumidores. Para ir fomentando el consumo hay que ir abriendo oportunidades para que la gente pueda acceder a los productos orgánicos con mayor frecuencia, mayor cercanía y a un precio compatible. Las experiencias que he visto en otros países demuestran que los consumidores se comprometen a largo plazo a comprar orgánico con un diferencial en el precio de hasta un 20-25%; ante diferencias mayores de precios cuesta que el consumidor se pueda comprometer. También para el consumidor es importante la regularidad en la producción.

Es el compromiso del consumidor lo que permite ir creciendo en la oferta y genera estabilidad a los productores. En la relación productor/consumidor se deben ir introduciendo elementos educativos para que se comprenda que la agricultura está sujeta a ritmos de la naturaleza regulares, a variables climatológicas y biológicas, y que para sostener una calidad orgánica hay que integrar esas variables a las reglas de la oferta. Para mí es más importante esa confianza mutua productor/consumidor orgánico que el asunto de las certificaciones, las cuales tienen más que ver con el acceso a mercados especializados.

Para ir terminando, un espacio de trabajo importante es el de influir sobre las políticas públicas del país, tratar de convencer los legisladores, a las agencias gubernamentales, a los municipios para que tengan mayor sintonía con estos temas relacionados con el medio ambiente, la salud y el desarrollo económico local sustentable. Además hay que tratar de introducir mayor y mejor información sobre la agricultura ecológica, la alimentación saludable y la ecología, como parte del rescate de la cultura del agro, en los currículos escolares y en los medios de comunicación. Como sociedad hemos desacreditado el trabajo del campo, el cual muchas veces se asocia con suciedad, falta de cultura, atraso y hasta falta de inteligencia. Tenemos que rescatar en nuestro imaginario ese mundo como un mundo productivo y digno para los jóvenes quieran tener experiencias como productores agrícolas.

En mi tesis de maestría[8] concluyo que si nosotros tuviéramos 10,000 familias haciendo agricultura ecológica en Puerto Rico en fincas con un promedio de 25 cuerdas, le daríamos un empuje tremendo no solamente a la economía sino a la producción de alimentos de calidad a nivel local y al manejo sustentable de nuestros recursos naturales. Para eso tenemos que rescatar la capacidad de hacer agricultura ecológica en nuestras montañas. Ese es uno los intereses que tengo ahora, en esa dirección quiero dirigir mi futura investigación y trabajo.

Hemos perdido gran parte de nuestros llanos fértiles al desarrollo urbano sin control, y me temo que los vamos a seguir perdiendo. Además de rescatar y utilizar sustentable y ecológicamente los llanos que quedan, creo que tenemos que hacer agricultura en la montaña, sin dejar el recurso natural completamente erosionado y degradado como hacen muchas de las técnicas que se promueven en la actualidad, como es el caso del café sin sombra. Aquí los indios sembraron durante siglos, después los españoles sacaron mucha producción para exportar, nuestros campesinos sembraron para sus familias y en el 1939 en Puerto Rico se producía 65% de lo que se comía.

A pesar de siglos de producción agrícola en la montaña, llegamos hasta mediados del siglo pasado con un recurso agrícola de montaña bastante útil, a pesar de ya tener algunas laderas altamente erosionadas. Desde entonces, debido a la excesiva mecanización y el abandono de prácticas de conservación como el uso de zanjas, los policultivos y las siembras al contorno, hemos visto un rápido deterioro. Tenemos que empezar a tener mas cuidado. Veo una recuperación, quizás hasta un redoblamiento por parte de generaciones nuevas que vengan de la ciudad (a donde sus abuelos llegaron del campo a mediados del siglo pasado), junto al rescate de la sabiduría de aquellos campesinos sabios que todavía quedan vivos y que siempre han vivido estrechamente unidos a nuestra tierra.

[1] El presente texto ha sido elaborado por Nelson Alvarez Febles a partir de la trascripción de una entrevista realizada por Magha García en septiembre de 2006, y la ampliación posterior de algunos de los temas por el entrevistado, quien asume la responsabilidad por las imprecisiones o errores. Se le puede contactar a través de: alvareznelson@hotmail.com
[2] Al leer esa carta muchos parece que descubrimos que los pueblos originarios de la tierra tienen otra cosmovisión que no separa al ser humano de la naturaleza. El texto se puede leer en: http://www.ecovisiones.cl/tradiciones/articulos/partetie1.htm

[3] Aquí se usa agricultura ecológica y agricultura orgánica como sinónimos, aunque hay mucha discusión sobre el tema. Para nosotros la agricultura orgánica no solamente debe tratar de si está o no, sino que además de cumplir con unos criterios agronómicos tenga en consideración aspectos sociales. Hemos discutidos esto en el primer capítulo de La Tierra Viva: manual de agricultura ecológica, y también se puede leer esta entrevista al Dr. Miguel Altieri, http://www.agendaorganica.cl/altieri.htm
[4] Para información sobre el MAELA, ver http://www.simas.org.ni/directorio.php?iddirectorio=344
Para información sobre IFOAM, ver http://www.ifoam.org/
[5] Sobre el tema de las patentes y otros problemas de la agricultura industrial, y una discusión sobre las alternativas desde la sociedad civil, pueden buscar un artículo de Nelson Alvarez en internet, Las semillas en la tierra germinan y se multiplican: http://www.grain.org/biodiversidad_files/biodiv-42-2.pdf
[6] En Puerto Rico Carmelo Ruíz ha trabajado extensamente sobre la crítica a los transgénicos, y es autor de La balada transgénica, un excelente libro que se encuentra en las librerías. Carmelo publica un blog en internet: http://carmeloruiz.blogspot.com/
[7] Una sencilla búsqueda en Internet lleva a muchísimo material escrito por el Dr. Altieri, autor del importante libro AGROECOLOGIA: Bases científicas para una agricultura sustentable.
[8] Nelson Alvarez Febles, “Puerto Rico: Critique of Contemporary Agriculture and Ecological Agriculture as an Alternative for Sustainable Development”, Goddard Collage / Institute for Social Ecology, 1993.