Los caminos del arroz [1]

Relato

por Nelson Alvarez Febles


La primera vez que nos encontramos me resultó obvio que no encajaba en aquel mundo de lujo hotel Hilton y desenfadada burocracia ambientalista a lo United Nations. Más bien bajo, de músculos elásticos fuertes, piel morena, ojos oscuros ligeramente almendrados y pelo negro lacio, Andya podía ser uno más de la multitud de indonesios que ayer por la mañana, en el recorrido del aeropuerto a la sede de la convención internacional sobre biodiversidad, llenaban las calles y avenidas de Yakarta, la capital escindida entre el esplendor de decenas de rascacielos y las repentinas inundaciones provocadas por intensos aguaceros
tropicales.

Vista de los campos de arroz de Tegallalang, Bali
La mano que entra por la ventanilla abierta del sofocante vagón de tren ofreciendo un multicolor surtido de bebidas refrescantes en bolsitas de plástico me saca de mis pensamientos. Antes de iniciar el viaje a Indonesia le había escrito a Andya diciéndole que quería conocer algo del trabajo que ellos apoyan. Gracias al correo electrónico habíamos coordinado esta visita de campo para visitar un proyecto de recuperación de diversidad agrícola campesina en variedades de arroz. Nos entendemos bastante bien en un inglés elemental apoyado en los amenos matices de los gestos y la complicidad. Es viernes, afortunadamente hace tres horas que dejamos atrás la capital y los debates diplomáticos: allí se escuchan todos los planteamientos justos y necesarios, pero queda la sensación de que las decisiones se cocinan por las noches en los despachos de los poderes de facto, que terminan, como se dice en mi tierra, repartiéndose el bacalao.

Antes de que el tren arranque de nuevo, Andya ha hecho acopio del almuerzo: unos bollitos de arroz rellenos de un guiso de carne y dos de aquellas bolsitas de colores,  cuyos refrescantes líquidos apenas logran calmar la quemazón en el esófago provocada por el picante. Andya me deja saber que hasta hace unos meses atrás un viaje como el que estamos haciendo hubiera sido más complicado, pues el país recién salía de una etapa de dura represión política durante la cual él y muchos más habían pasado a la clandestinidad. Añado hoy desde este presente en el cual escribo, que en aquellos años de mediados de los noventa todavía la defensa de los derechos de los campesinos y de los pueblos indígenas a sus recursos naturales, territorios ancestrales y culturas tradicionales no se había convertido en un moderno motivo de persecución política.

Han pasado varias horas más, atrás dejamos el bullicio de Yogyakarta, histórica ciudad en el centro de la isla de Java. El bus, después de recorrer un bello paisaje de montañas y vegetación exuberante que me resulta familiar, nos deja a la orilla de la carretera. De pronto aparecen dos jóvenes en sendas motos que nos llevan veloces por caminos vecinales entre campos, aldeas y vecinos curiosos. En algún lugar de mi cerebro se dispara una sutil sensación de alerta, pues la verdad es que si no regreso de este viaje, aquí nadie me va a encontrar. Las motos paran en un cruce de caminos, Andya reparte algunas monedas y los motociclistas parten con sus modernos jeans y vistosas Nikes. Subimos por el sendero de tierra y pasamos casas construidas en maderas y techadas con tejas, paja o zinc. Las más grandes tienen cobertizos para animales y estanques para la crianza de peces. Un bello atardecer tiñe de rojos los montes. Casi al final de la aldea subimos unos escalones y entramos a una de aquellas casas.

Una vez mis ojos se acostumbran a la penumbra  recorro el amplio salón, testigo de los confusos tiempos que corren entre la tradición y la sociedad de consumo. Las altas vigas de madera demuestran que la estructura tiene sus años, el suelo está cubierto de esteras. Al fondo a la derecha sale un pasillo que lleva a la cocina donde las mujeres de la casa preparan los alimentos en un fogón formado por tres grandes piedras y el humo del fuego sale por una ennegrecida abertura en el techo del espacio circular. A mi izquierda sobresale un moderno sofá, forrado en plástico transparente para proteger el chocante terciopelo rojo, en la esquina opuesta reina un televisor.

El sofá está vació, el televisor apagado y sobre las esteras de paja hay un grupo reunido. Andya me presenta al dueño de casa, un agricultor sensible a las tradiciones, tanto las del campo como las sociales, encargado local del proyecto que pretende integrar conceptos de agricultura ecológica con la agricultura campesina para que la gente no termine abandonando los campos para irse a los cinturones pobres de las ciudades. Hay dos ancianos, los cuales me son presentados como jefes tribales de la vecina isla de Sumatra. Están de visita y vienen preocupados por la devastación de sus bosques ancestrales por parte de la industria maderera que destruye la diversidad de flora tropical, acaba con los hábitats de los animales y socava los medios de sustento de sus pueblos con la siembra de monocultivos de árboles, los modernos desiertos verdes. Uno de los ancianos viaja con Nadia, una joven de quince años, su nieta y sucesora. La joven se quedará en la aldea por varios meses para aprender las destrezas que allí se están compartiendo.

Por esa maravilla humana que es el arte de la comunicación, entre risas y gestos y traducciones superpuestas de dialectos, javanés e inglés, nos hemos pasado todo la noche conversando. Entre platos de arroz, pescaditos fritos, berenjenas guisaditas y otras cosas muy sabrosas que al día de hoy no sé que son, todo comido con las manos sentados en el suelo sobre las esteras, aquel heterogéneo grupo intercambiamos información sobre la destrucción de nuestros mundos, las luchas por  sobrevivir, el optimismo ante el mañana y una fe ciega en que cada día se construye la esperanza. No recuerdo palabras, solo puras intensidades cruzando aquel espacio en algún lugar al que difícilmente sabría regresar.

Me doy cuenta que ha llegado la hora de descansar, pues se recogen las tazas con los restos de tisanas de hierbas aromáticas y los tazones donde nos hemos lavado las manos. Sobre las esteras los dos ancianos y la niña han tendido sus petates y se aprestan a dormir. Como invitado de honor me han reservado el incómodo sofá con su forro plástico. Logro acomodarme con alguna dificultad y pronto la noche se disuelve con su suave ritmo al son de ranas e insectos cantores.

A los que somos hijos del trópico lluvioso no nos sorprenden las piedras brillantes y redondeadas al cruzar saltando los lechos de los ríos. Tampoco nos resultan exóticas las largas y flexibles hojas de las plantas de banana, y se nos agua la boca al levantar la vista y ver esos inmensos racimos de cocos colgando allá arriba sobre los troncos de las palmeras. También tengo que decir que, como mucha gente, había visto esas fotos de las laderas de las montañas talladas en terraza tras terraza para la siembra de arroz en los países asiáticos. Pero más allá de las hermosas piedras pulidas, la abundancia de plátanos y la bella y preñada esbeltez de las palmeras, nada me hubiese podido preparar aquella mañana para el impacto vivido cuando el grupo – caciques, princesa, agricultor, Andya y servidor - salió de la refrescante penumbra del bosque al resplandor azul y la multiplicidad de verdes. Hacia al frente, arriba y abajo la vista recogía aquella naturaleza de agua, animales domésticos, peces, lagartijos, plantas medicinales, arbustos, frutales y, sobre todo, siembras sobre siembras de arroz. Una naturaleza esplendorosa y productiva allí donde la mano de hombres y mujeres habían transformado el medio durante siglos para, enorme paradoja de la modernidad, aumentar la diversidad de vida en vez de matar la posibilidad de la vida.

Asisto, dando gracias al universo por la plenitud que hincha mis venas, a un escenario donde cada una de aquellas personas aporta, desde su saber, experiencia y curiosidad, a una clase magistral al aire libre sobre temas tan en boga como la relación entre el conocimiento tradicional y la conservación de la diversidad de formas de vida en este planeta, la sustentabilidad intergeneracional en el uso de los recursos naturales, el manejo comunitario ancestral de las fuentes de agua, el respeto por la sabiduría de los mayores, y, cómo no, el valor estético de la más bella arquitectura de exteriores.

Se va acortando el día y estamos en la casa vieja del poblado. Me cuesta darme cuenta por qué es tan importante para los lugareños la visita de los extranjeros. Al llegar una pareja de ancianos, los actuales habitantes y custodios de la enorme estructura de madera, nos esperaban con el té servido y la sonrisa cálida. Andya traduce, voy entendiendo que la casa pertenece desde hace tiempo a la comunidad, pero no es un templo ni un hospedaje. Cómo que simplemente está allí.

Antes de irnos nos invitan a pasar al patio, lugar de huerta e implementos de trabajo agrícola. En un costado hay un cobertizo al cual, con cierta ceremonia, nos invitan a entrar. Lo único que veo son algunas hileras de palos que van de esquina a esquina que sirven de sostén a grandes atados de paja. Pronto me doy cuenta que son racimos de semillas de arroz. Con voz firme y cierto destello de orgullo en los ojos, el viejo va describiendo algunas de las más de treinta variedades de arroz representadas en aquel rudimentario banco de semillas comunitario. Resulta que las semillas de algunas variedades son buenas para cosecharlas temprano, otras prefieren los tiempos más secos y otras crecen mejor cuando llueve demasiado, unas resisten el ataque de las langostas y otras el de la marchitez, algunas se siembran en las partes más altas y frías de las montañas, mientras las de más allá se cosechan a tiempo para las fiestas del año nuevo. En aquel cobertizo se guardan las semillas madres, renovadas cada temporada, que le garantizan  a aquella comunidad la seguridad alimentaria y su superviviencia.  Los ancianos son sus guardianes.

Andya, con los humildes medios de su organización, andaba por aquellos mundos de dios recogiendo esos conocimientos sobre la gestión de la vida campesina, documentándolos, sirviendo de enlace entre pueblos que habían perdido y querían recuperar saberes y semillas. Pero sobre todo, manteniendo viva la esperanza ante el embate de la agricultura industrializada y su aplanadora cultural.

Un par de años después, en uno de esos pasillos movedizos que transportan a la gente que ya ni quieren andar de un edificio de cristal al otro, me crucé con Andya durante otra de aquellas reuniones internacionales donde los países ricos exhiben su mezquindad y los pobres negocian las migajas del subdesarrollo. Nos miramos, nos reconocimos, nos sonreímos, y esa vez no tuve dudas de qué era lo que hacía en medio de aquella burocracia ambientalista aquel hombre sencillo, más bien bajo, de piel morena y ojos levemente almendrados.



[1] Los hechos y personajes en este relato son ficticios, las estrategias locales para la conservación de la biodiversidad y el sustento no lo son.

Apuntes sobre la historia de la agricultura y la alimentación en Puerto Rico

Por Nelson Alvarez Febles

Serie agricultura ecológica y soberanía alimentaria en Puerto Rico | Parte 3


La agricultura es, por definición, una intervención humana sobre el espacio natural.
La agricultura nos refiere al conjunto de actividades humanas dirigidas a cultivar (trabajar) la tierra para procurarnos alimentos y otros medios de sustento (ropa, materiales de construcción, remedios para la salud, aceites, etc.). Además es la cultura del agro: una referencia a la especificidad de las relaciones sociales que se dan alrededor de la actividad agrícola.  Desde esa perspectiva sistémica, si deseamos hacer una aproximación crítica a las prácticas agrícolas en Puerto Rico, es conveniente echar un vistazo a cómo históricamente los habitantes de nuestra Isla se han relacionado con sus ecosistemas para hacer agricultura y alimentarse.

Los taínos y la sustentabilidad

Poblada desde hace varios miles de años, el pueblo taíno -descendiente de los arahuacos del norte de la América del Sur- habitaba la isla de Borikén al momento de la invasión y genocidio español a finales del siglo XV. Era un pueblo con sistemas complejos de estratificación social y amplia recopilación de conocimientos sobre la naturaleza. Su número al momento de la colonización ha sido estimado entre 60,000 y 2500,000. Aunque probablemente hayan sido muchos menos que esta última cifra, la realidad es que a través del archipiélago de Puerto Rico, en todos sus ecosistemas, hay restos arqueológicos de las culturas aborígenes.

Los taínos fueron descritos por los primeros cronistas españoles como “más vegetarianos que carnívoros”, de buen porte físico y saludables. Eran agricultores, cazadores, pescadores y recolectores. Recogían frutas, raíces, cortezas, plantas comestibles y medicinales, caracoles e insectos. Comían sus alimentos crudos, hervidos, guisados, tostados y asados. Cazaban aves, tortugas, pequeños mamíferos y manatíes. Pescaban todo tipo de crustáceos, peces y otros animales en aguas dulces y saladas. Hacían fincas o conucos altamente biodiversos, en los cuales practicaban los cultivos intercalados y las rotaciones. Cosechaban maíz, yuca, calabaza, habichuelas, tomates y muchos otros alimentos. Aunque había intercambio y comercio con otros pueblos del área del Caribe, eran autosuficientes.

Para los pueblos, tanto en el caso histórico de los taínos como hoy con las comunidades campesinas locales, la agricultura provee mucho más que alimentos. Los sistemas agrícolas altamente diversificados e integrados contienen componentes que se interrelacionan y complementan, e incluyen agricultura, manejo agroforestal, animales domésticos y áreas silvestres. Esos sistemas proveen a las familias agrícolas y comunidades alimentos y una gran diversidad de materiales para fabricar vestimentas, construir casas, y el cuidado de la salud, entre muchos otros servicios. Además, las comunidades tradicionales tienen uno de los mejores expedientes históricos en el manejo sustentable intergeneracional de los recursos naturales para el sustento.

Aunque la historia oficial tiende a enfatizar la esclavitud de los taínos para buscar oro en los ríos, es probable que la mayor rentabilidad que los españoles encontraron en Borikén fue la explotación por parte de los taínos esclavizados de sistemas agrícolas altamente sofisticados y diversos para producir alimentos que les permitiera sobrevivir en un entorno que les extraño y hóstil. Además de abastecer a los barcos para los cuales Puerto Rico era la primera parada americana en su paso hacia otras colonizaciones. Los barcos llegaban al Caribe con las reservas de alimentos agotadas o dañadas. Durante los primeros años de la colonización los indígenas proveían cantidades importantes de casabe, un tipo de pan hecho a partir de la yuca o casava, con un nivel de nutrientes comparable con el trigo o la cebada europea.

Colonización española y sobrevivencia indígena

Aunque hay controversia entre los historiadores sobre los aspectos cuantitativos y cualitativos de la sobrevivencia indígena en la Isla, lo cierto es que la población indígena fue diezmada por la esclavitud, las nuevas enfermedades, la guerra y las migraciones a otras islas. Sin embargo, la presencia toponímica, lingüística, genética y de aspectos culturales de lo indígena en el Puerto Rico de hoy sustenta los argumentos de que los sobrevivientes se refugiaron en el interior montañoso de Borikén, instaurando una sobrevivencia hasta por lo menos el siglo XVIII.

Los españoles empezaron a pasar hambre e intentaron adaptar cultivos de origen europeo al clima tropical, entre ellos el arroz, los garbanzos, ajo y cebolla y otros vegetales. Desde entonces se ha dependido de la importación para el abastecimiento de otros alimentos que se integraron a la dieta puertorriqueña: aceitunas y aceite de oliva, harina de trigo y pescado salado, especialmente bacalao.

La caza indiscriminada y la ignorancia de los ciclos reproductivos diezmaron en poco tiempo las poblaciones de las aves y otros animales comestibles. Los europeos introdujeron cerdos, vacas, gallinas, caballos, ovejas y cabras, razas que rápidamente se adaptaron a los ecosistemas isleños. Nuevas industrias pasaron a dominar la economía agrícola de la Isla, como la caña de azúcar, la ganadería, el comercio de pieles y la producción de jengibre. La necesidad desmedida de madera para la construcción y para leña llevó a la rápida destrucción de bosques y manglares.

Es fácil imaginar como el frágil equilibrio que los pueblos originarios habían logrado y mantenido con el medio natural de la Isla fue rápidamente sustituido por la devastación de los ecosistemas, minando la sustentabilidad productiva y comprometiendo la responsabilidad intergeneracional característica de la mayoría de los sistemas agrícolas indígenas y locales. Solamente podemos intuir, a través de la arqueología y por asociación con lo estudiado sobre otros pueblos, el patrimonio de conocimientos tradicionales adquiridos durante siglos y perdido en el proceso de colonización.

Nosotros acompañamos a los estudiosos que sostienen que nuestros jíbaros, campesinos de las zonas montañosas, fueron los descendientes de los taínos que huyeron a las guácaras -cuevas del interior- en un lento mestizaje con descendientes de españoles y, en menor medida, negros cimarrones. Somos de la teoría de que una parte importante de la tecnología agrícola practicada por nuestros jíbaros hasta entrado el siglo XX fue en realidad adaptada de los sistemas indígenas, con modificaciones a partir de influencias españolas. Después de haber conocido a fondo el sistema de terrazas árabe practicado en la península ibérica, estamos convencidos de que los sistemas de conservación de suelo utilizados tradicionalmente en nuestras montañas son esencialmente distintos. Además, para los que hemos tenido la oportunidad de cultivar según lo ha hecho el jíbaro tradicionalmente, los sistemas de tala, quema y rotación, de asociación y sucesión de policultivos, gran biodiversidad productiva, manejo de suelos y del agua, conocimiento climatológico, cosecha, almacenamiento y consumo tienen, definitivamente, mucho de tecnología indígena, si se hacen comparaciones con otros pueblos originarios centro y sur americanos.

Expansión agrícola bajo la colonia española

Los siglos XVII y XVIII fueron tiempos de mucha inestabilidad económica, caracterizados por los ataques de piratas y corsarios, huracanes y el régimen de control draconiano que los españoles impusieron sobre la inmigración y el comercio. Ante la falta de trabajadores indígenas los colonizadores comenzaron a traer esclavos secuestrados de África. Con ellos introdujeron cultivos africanos como los guineos, plátanos y ñames, que rápidamente pasaron a ser parte de la dieta de los pobladores de la Isla. También, como parte del juego de ajedrez botánico que los europeos hicieron a nivel mundial, se introdujeron árboles con frutos comestibles como la pana, el mangó, los cítricos, el tamarindo y la palma de coco, que en poco tiempo modificaron el paisaje y la alimentación en Puerto Rico.

El siglo XIX, especialmente después de la apertura política española tras perder las colonias suramericanas, fue uno de expansión agrícola. Para el año 1830 los cultivos para la alimentación de los pobladores ocupaban el 70 por ciento de la tierra agrícola, y la Isla era autosuficiente en arroz, tubérculos, maíz y otros alimentos centrales a la dieta local. Se intensificó la colonización del interior montañoso de la Isla, por aquellos que, en sus incios, buscaban un pedazo de tierra para subsistir y quizás vender excedentes para suplir los mercados urbanos.

Pronto la caña de azúcar pasó a dominar las mejores tierras costeras y se talaron los bosques de los valles interiores para el ganado. Con la introducción del café y el tabaco, que pasaron a ocupar el segundo y tercer lugar como cultivos de exportación, se consolidó un régimen de explotación mercantilista en la zona central. Las nuevas migraciones de catalanes, mallorquines y corsos pasaron a dominar sistemas comerciales que integraban la producción, la venta de implementos agrícolas y herramientas, el crédito, la comercialización y la exportación.

Fue la época del establecimiento de grandes haciendas – y capitales familiares – en Puerto Rico. También de la consolidación de regímenes semi-feudales mediante los cuales las familias campesinas del centro de la Isla quedaban atadas en el servicio a las haciendas mediante la concesión de terrenos marginales para hacer sus casas – los llamados ‘arrimaos’ – y relaciones económicas que favorecían situaciones de semi-esclavitud a través de círculos viciosos de endeudamiento. Frecuentemente al obrero agrícola se la pagaba con vales –algunas haciendas llegaron a tener moneda propia- que solo se podían utilizar en las tiendas de los hacendados.

Para mediados del siglo XIX ya se registran quejas de suelos sobre explotados en el área occidental de la Isla. Mientras, ante la expansión de los cultivos de caña y café, el área total agrícola dedicada a la producción de alimentos se reduce al 50 por ciento. Crecen entre la clase criolla los movimientos independentistas y contra la esclavitud, en abierta confrontación con la corona española. En los años 1880 y 1890 se cuestiona en la Isla el modelo de desarrollo agrícola, y algunos argumentan que se debería diversificar la producción y atender mejor las necesidades del mercado interno.  Cuando ocurre la invasión norteamericana de la Isla en el 1898, se estaba en un proceso de transformación capitalista, con nuevas empresas en el área agro-alimentaria, como enlatados y fabricación de dulces. Sin embargo, cerca de un 70 por ciento de la comida consumida en Puerto Rico se importaba.

Primera mitad del S. XX, pobreza y monocultivos

Los primeros años del siglo XX fueron de extrema pobreza y hambre en Puerto Rico. El huracán San Ciriaco del 1899 devastó la agricultura, especialmente el cultivo del café. Estados Unidos gobernó la Isla primero a través de un gobernador militar, y desde el 1900 hasta el 1948 con gobernadores nombrados por el presidente de aquel país. Los inversores estadounidenses metieron enormes cantidades de dinero en desarrollar monocultivos de caña de azúcar, eventualmente desplazando a otras actividades agrícolas, lo cual aumentó las desigualdades sociales.

La caña cubrió todos los llanos costeros y subió hasta los valles de montaña en la Cordillera Central. En Adjuntas y Cayey hubo centrales azucareras. Las grandes centrales, casi todas compañías norteamericanas, desplazaron a los agricultores criollos, llegando a controlar 80-85 por ciento de la manufactura del azúcar. En el año 1930 el 72 por ciento del total del valor de las exportaciones fue azúcar, seguido de algodón y derivados, tabaco y frutas. El café era ya prácticamente insignificante como rubro de exportación.

Se calcula que para finales de la década del 1930 más del 90 por ciento de la Isla estaba dedicado a algún tipo de actividad agrícola. Además de la producción para la exportación mencionada antes, en el año 1938 el 65 por ciento de los alimentos consumidos en Puerto Rico fueron producidos localmente, por una población de cerca de dos millones. Eso incluía toda el azúcar, el café y frutas, casi todos los huevos, tubérculos y vegetales, más del 60 por ciento de los productos lácteos, la mitad de la carne y el 40 por ciento de las legumbres.

A pesar del peso de la agricultura en nuestra economía, durante la primera mitad del siglo pasado se fomenta el rechazo de nuestra cultura campesina tradicional, rechazo que es alimentado por el devastador impacto de varios fenómenos naturales y sociales: los huracanes San Ciriaco a finales del siglo XIX y San Felipe en el 1929, la gran depresión económica mundial a partir del mismo año, enfermedades como la anemia infecciosa, la bilharzia y la malaria. Las condiciones de extrema pobreza que resultaron de tantos azotes, unido a la tradicional explotación latifundista, fueron confundidos con una supuesta “inherente mediocridad” en la manera de los jíbaros aproximarse a la realidad, tanto en cuanto a la tecnología agraria como en los valores culturales. 

En esos años se comienza a decir en Puerto Rico que la alimentación tradicional no es nutricionalmente adecuada. Es cierto que los estudios encuentran deficiencias alimentarias, tanto en cantidades como en calidad. Pero lo que no se incluyó en el diagnóstico fue la situación de extrema pobreza y marginalidad en que vivía muchísima gente. Nosotros hemos constatado que allí donde se tenía acceso a tierra suficiente y trabajo, como en las montañas de Maunabo, la situación era otra, y las familias lograban criar muchos hijos sanos y fuertes.

Los doctores Axtmayer y Cook, en un excelente trabajo de investigación publicado como Manual de bromatología (1942), analizaron la dieta y la salud de los puertorriqueños. Concluyeron que definitivamente existían enfermedades relacionadas con la alimentación, pero que no tenían que ver con el consumo neto de calorías, que era similar a los de los Estados Unidos. Las deficiencias identificadas fueron de aminoácidos, calcio, y vitaminas A, D y complejo B. Los autores desarrollaron varios menús, según los niveles socioeconómicos de las familias puertorriqueñas, para subsanar esas deficiencias. Llama la atención que las propuestas eran, mayormente, en base a comidas tradicionales puertorriqueñas, con la recomendación de aumentar el consumo de huevos, lácteos, y vegetales.

A pesar de lo anterior, existe evidencia de que en Puerto Rico se desprestigió la comida criolla para favorecer el estilo de alimentación norteamericana y la importación de alimentos. Se hizo campaña contra el consumo de tubérculos nativos. Hemos recogido testimonios en el área de Patillas de que agentes gubernamentales llegaron a decirle a la gente en los campos que comer pana les daba parásitos a los niños, y recomendar que cortaran los árboles. Mientras, se introdujo masivamente el consumo de la papa y otros alimentos de producción extranjera. Grandes sectores pobres de la población vivía entre un mar de guajanas, la flor de la caña, y ‘arrimaos’ en los sectores marginales de las haciendas del centro de Puerto Rico.

El jíbaro desterritorializado y la agricultura del futuro

La palabra jíbaro es un vocablo que viene de los pueblos arahuacos del norte de América del Sur. En Puerto Rico, esta palabra se utilizó primero para designar a las poblaciones indígenas que se adentraron a las montañas de la Isla en defensa ante el genocidio español. Se dice que para los taínos la palabra jíbaro quería decir ‘gente del bosque’. Nuestros jíbaros serían los descendientes de los taínos en un mestizaje con los habitantes que llegan a poblar la Isla. Con el tiempo, la palabra se utiliza para designar en Puerto Rico a los campesinos de las montañas y su cultura.  Llegó a designar lo más noble de la cultura puertorriqueña, y nuestros habitantes rurales, incluidos los criollos, la utilizaban con orgullo para nombrarse.

Los jíbaros son nuestros campesinos puertorriqueños, desterritorializados y convertidos en reliquia en el imaginario social.  En Puerto Rico el complejo y altamente productivo acervo de conocimiento tradicional fue ignorado, desapercibido y negado, debido a las privaciones, la pobreza y el despojo territorial que sufrió nuestro campesino, primero en las haciendas de montañas y en los cañaverales, y entrado el siglo XX por el modelo depredador de usos de suelo del desarrollismo.  Sin embargo, existe evidencia de que allí dónde nuestros campesinos tuvieron acceso a suficiente tierra de buena calidad, con bosques y agua para cubrir las necesidades familiares y comunitarias, los campesinos establecieron fincas altamente productivas que permitían alimentar a familias numerosas, apoyar a los vecinos más necesitados y vender excedentes en los mercados locales o de exportación.

No es hasta el proceso de rápida industrialización a partir de los años cincuenta que la palabra jíbaro se generaliza, por un lado, como sinónimo de persona culturalmente rezagada o ignorante, y por otro, como herencia folklórica rural. Todavía no se ha profundizado lo suficiente en la negación de la cultura agrícola tradicional puertorriqueña, la del jíbaro, que acompañó a la industrialización de Puerto Rico bajo el programa Manos a la Obra durante los primeros años de gobierno del Partido Popular Democrático.

La discusión anterior no se debe confundir con nostalgia por un pasado campesino idealizado. Sin embargo, es inaceptable que hayamos desterrado del imaginario social puertorriqueño el conocimiento, la tecnología y la biodiversidad agrícola que nos nutrió y sustentó hasta mediados del siglo XX, sobre todo si queremos establecer una agricultura moderna en Puerto Rico que sea ecológica y que aporte a la seguridad alimentaria camino de la soberanía alimentaria.

Debemos rescatar el acervo agrícola de nuestros antepasados, desarrollado durante siglos a través de un proceso inteligente de práctica e investigación. Es una tarea urgente, pues hemos perdido gran parte de la biodiversidad que le da sostén a una agricultura localmente adaptada, así como el conocimiento que acompaña todo recurso biológico de uso humano. A partir de ese acervo, en un proceso participativo donde colaboren agricultores locales, técnicos agrícolas, científicos sociales y sectores gubernamentales, trabajar hacia una agroecología moderna que permita hacer de Puerto Rico un lugar agrícolamente productivo, ecológicamente sensitivo, socialmente justo y de responsabilidad intergeneracional.


BIBLIOGRAFÍA PARCIAL

Alvarez Febles, Nelson (1993). “Critique of contemporary agriculture and ecological agriculture as an option for development in Puerto Rico,” tesis de maestría en Ecología Social, Goddard College, Vermont.

Alvarez Febles, Nelson. (2009). Prólogo en Desde Borínquen Atravezada: apuntes para una sustentabilidad jíbara, José Rivera Rojas, Sembrarte PT, Caguas.

Axtmayer y Cook. (1946) Manual de bromatología, Oficina Sanitaria Panamericana, Washington, DC.

Bergad, Laird W. (1983). Coffee and the Growth of Agrarian Capitalism in Nineteenth-Century Puerto Rico, Princeton University Press, Princeton.

Cabanillas de Rodríguez, Berta (1973). El puertorriqueño y su alimentación a través de su historia (siglos XVI al XIX, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan.

Delgado Colón, Juan Manuel (2006). “El debate histórico sobre el tema de la sobrevivencia indígena en Puerto Rico” tesis doctoral, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, San Juan.

Moscoso, Francisco (2001). Agricultura y sociedad en Puerto Rico, siglos 16 al 18: un acercamiento desde la historia, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan

Ortíz Cuadra, Cruz Miguel (2006). Puerto Rico en la olla: ¿Somos aún lo que comemos? Ed. Doce Calles, Madrid.

Blog del autor:

Conferencia sobre Agricultura Ecológica en Mayagüez, UPR


Estaremos dando una conferencia sobre "Agricultura ecológica: sustentabilidad y soberanía alimentaria en Puerto Rico," el próximo jueves 3 de noviembre en la UPR, Mayagüez, salón Piñero-213 a las 10:30am.

Feria de Agricultura Sana y Alimentos Alegres

Slow Food Internacional y Coalición de Feria de Agricultura Sana y Alimentos Alegres
Semana Internacional de la Alimentación

FRENTE a la CRISIS ALIMENTARIA

La feria honra a nuestros agricultores ecológicos y semillas nativas

Desde la montaña hasta la ciudad, todos están invitados a la Primera Feria de
Agricultura Sana y Alimentos Alegres, los días 14, 15 y 16 de octubre del 2011.

Conmemorando la Semana Internacional de la Alimentación, esta Feria –y otras actividades afines a través de la isla– ofrecen una gran celebración de nuestra agricultura ecológica (orgánica, sustentable).

La Primera Feria de Agricultura Sana y Alimentos Alegres será un lugar para conocer y compartir con los agricultores que producen alimentos sanamente, sin venenos. Durante esta actividad gratuita y educativa, organizaciones educativas y ecológicas invitan al público a festejar y aprender sobre agricultura de hoy y cómo podemos alimentarnos mejor. Todo, al son de música, cuentos,teatro;literatura, buena comida, intercambio de semillas y sabiduría ancestral.

Agricultores y cocineros de toda la isla llevarán sus productos y sabrosuras. Desde la Sala de los Sabios, agricultores y profesores nos brindarán historias, técnicas agrícolas, consejos y hallazgos científicos sobre la agricultura ecológica. Charlas y películas educativas nos demostrarán el papel que juega Puerto Rico en la cadena alimentaria mundial. Aprenderemos canciones y bailes ecológicos, y toda la familia podrá desfilar entre alimentos alegres. ¡Así que traigan sus disfraces, instrumentos musicales y sazón! La música (desde bomba y batucada hasta le lo lai) nos animará la experiencia.

Como parte de la actividad, la organización agroecológica Boricuá facilitará un intercambio de semillas orgánicas. TODOS están invitados a llevar semillas, desde cangres de yuca y esquejes de árboles medicinales hasta pepitas de frutas y hortalizas de primera calidad.

¿Qué motiva a las más de 20 organizaciones que nos unimos para crear esta Feria? Puerto Rico trae desde otros países casi todos los alimentos que consumimos: el 100% del arroz, el 98% de las habichuelas. Dependemos casi exclusivamente de importaciones que pueden tardar un mes en llegar a la isla desde su punto de origen. Y cuando llegan, entran por un sólo puerto. Como apunta la Dra. Myrna Comas Pagán, experta en Economía Agrícola: “La vulnerabilidad de este sistema es alarmante”.

Si te creías que la agricultura industrializada nos salvará, piénsalo de nuevo. Porque este sistema masivo depende de grandes suministros de petróleo, envenena suelos, cuerpos de agua, productores y consumidores, y los alimentos producidos carecen cada vez más de valor nutritivo. Los alimentos transgénicos –producidos por el sistema corporativo de la biotecnología– son extremadamente contaminantes y causan graves trastornos de salud en animales de laboratorio. Nosotros los consumimos sin siquiera saberlo. Este tipo de producción agrícola destruye los mismos recursos naturales y culturales que nos permitirán seguir alimentándonos.

¿Las buenas noticias? Docenas de estudios independientes demuestran que la agricultura ecológica a pequeña escala es capaz de alimentar al mundo entero a largo plazo mientras protege nuestra salud y la del planeta. Alrededor del mundo, los pueblos comienzan a exigir –y practicar– mejores métodos agrícolas y se unen para rescatar las semillas, los alimentos y los valores ecológicos que alimentarán al mundo de manera sana y a largo plazo. Puerto Rico es parte de este movimiento.

La Feria de Agricultura Sana y Alimentos Alegres educará sobre la importancia de apoyar la agricultura ecológica, la permacultura y otras expresiones de la agricultura sana en Puerto Rico. También propone iniciar y plasmar conexiones sensibles y duraderas entre el público urbano (consumidores, cocineros,restaurantes, etc.) y los agricultores ecológicos del país. Nos uniremos todos, niños, abuelos, estudiantes, educadores, comerciantes, artistas, médicos, amas de casa y familias enteras al rescate de la agricultura ecológica, actividad fundamental de toda la humanidad.

La siembra ecológica en cada finca, en cada comunidad, en cada escuela, en cada patio, garantizará la seguridad alimentaria de todos.

Para más información visite nuestro: agriculturasanayalimentosalegres.blogspot.com

Calendario de la Feria y Actividades Afines

Jueves 13:
o U.P.R. Mayagüez: Charlas sobre Agricultura Ecológica y temas afines (10AM-6PM)
dannyg@choicecable.net

Viernes 14:
o Caguas, Río Piedras, Punta Las Marías: Concienciación y recreación en huertos
escolares y vecinales. greencuisine@hotmail.com

Sábado 15:
o Viejo San Juan: Mercado Orgánico del Viejo San Juan (8 AM-4PM) manvsj@gmail.com
o Mercado Tierra Prometida, Aguada (9AM-1PM)
o Parque Muñoz Rivera: “Pikiniki” sin transgénicos (5PM-8PM)
www.eldepartamentodelacomida.com
o Rio Piedras (Hospital San Francisco): Sopa para todos (7PM) 787.223.5976
amarillovede@yahoo.com
o Rio Piedras (La Chiwinhna): Películas Agroecológica de Puerto Rico (7PM)
www.lachiwinha.com

Domingo 16:
o Placita Roosevelt Hato Rey: Mercado de la Cooperativa Orgánica Madre Tierra
(8AM-4PM)
www.coperativamadretierra.com
o Rincón: Mercado Agroecológico (8AM-1PM) jardinpachamama@gmail.com
o Desde Ponce hasta Salinas: (8AM) Caravana Todos Unidos por la Soberanía
Alimentaria. Pedro Matos Vázquez 787.942.3813 donpedroantonio@gmail.com

Miércoles 19
o U.P.R. Mayagüez: Foro sobre “Seguridad alimentaria: enfrentando el cambio climático”
(9AM-3PM) myrna.comas@upr.edu

Jueves 20:
o Santurce: Logia Luz del Caribe: Agricultura Ecológica y Soberanía Alimentaria (7PM)
yari.taina@gmail.com

Seminario y taller sobre agricultura ecológica/orgánica en Puerto Rico, octubre 2011

Auspicia el Comité Agro-Eco Turístico Cidreño (CAETC)

Viernes, 14 de octubre de 2011 
12:30 PM3er piso, Casa Alcaldía de Cidra

Conferenciante Nelson Álvarez Febles
"La importancia de la biodiversidad en el equilibrio de la finca ecológica"

Agenda

i. 12:30-1:00 Registro – Vivian Morales, Zoraida Santos 
ii. 1:00-1:03 Reflexión – Prof. Zoraida Santosiii. 1:03-1:06 Bienvenida – Luis Colón Montañez1.Mayra Velázquez, Presidenta Ejecutiva Cidreña Coop

2. Honorable Alcalde de Cidra Luis “Güiso” Malve 
iv. 1:06-1:10 Presentación del Conferenciante – Carmelo Ruiz Marrerov. 1:10-3:00 Nelson Alvarez Febles

vi. 3:00-3:30 Preguntas, repuestas, y comentarios, discusión abierta

vii. 3:30-3:45 Cierre – Dra. Norma Rivera

Nota: la evaluación de la actividad será hará vía correo electrónico. Se enviara el formulario para los participantes, les agradecimos que contesten la misma enviándolo a:
caetci@gmail.com


Taller Práctico de Huerto Casero Orgánico en Río Piedras 

Participa en un taller práctico sobre el huerto casero orgánico en el Jardín de Plantas Medicinales en San Juan.  Aprende sobre el proceso de la siembra, cómo mejorar la calidad del suelo, cómo hacer la composta, el control natural de plagas y enfermedades, entre otros temas. Además, se discutirán aspectos teóricos sobre la agricultura orgánica, la agroecología, la alimentación saludable y la seguridad alimentaria en Puerto Rico.
El taller será ofrecido por Nelson Alvarez Febles, experto en agricultura orgánica, ecología social y el desarrollo sustentable, y autor de los populares libros: La Tierra Viva y El huerto casero: manual de agricultura orgánica. El taller tiene una duración de 2 días.  La primera parte es el sábado, 15 de octubre y continúa el sabado, 29 de octubre 2011.
Horario: 8am a 4pm, cada sábado

Individuos: $70
Amigos del Fideicomiso de Conservacion 50% Descuento
Para reservaciones: (787) 722-5882 ó (787) 722-5844
www.fideicomisopr.org

PRODUCCIÓN ECOLÓGICA DE ALIMENTOS EN EL CONTEXTO DE USOS DE TERRENOS EN PUERTO RICO

[UNA VERSIÓN DEL ARTÍCULO FUE PUBLICADA EN
LA REVISTA ENTORNO 18, PÁGS. 38-40, 2011
http://www.caappr.org/index.php?node=1118 ]


Por Nelson Alvarez Febles

En la actualidad se manejan datos que indican que por lo menos un 75% de los alimentos consumidos en Puerto Rico son importados. Con frecuencia los alimentos que nos llegan son de segunda o tercera calidad, como resulta claro para cualquiera que haya vivido en Estados Unidos u otros países. En otros casos, como con los pollos y huevos, a través de estrategias de mercadeo de dudosa legalidad como el dumping, se han destruido industrias locales para sustituirlas por importaciones de peor calidad. La falta de producción local de alimentos de calidad tiene impactos negativos sobre los hábitos alimenticios de los puertorriqueños, y por lo tanto en la salud de la población. Para satisfacer la demanda, se importan alimentos que recorren miles de millas desde sus puntos de origen. Si a lo anterior añadimos la vulnerabilidad de las importaciones ante eventos catastróficos como un huracán, un tsunami o una guerra, podemos comenzar a entender la urgencia para trabajar hacia un aumento del autoabastecimiento alimentario (1). Corregir la enorme dependencia sobre las importaciones para alimentarnos debería ser una prioridad de política pública. Sería extraordinario hacerlo de forma respetuosa hacia los recursos naturales y generando actividad económica interna y acorde con nuestros patrones culturales.

La agricultura y la producción de alimentos hacia el 1950

Se hace difícil imaginar, ante el tipo de urbanismo y uso de suelos actual, que el archipiélago de Puerto Rico tuvo un desarrollo agrícola sofisticado y productivo. Sin embargo,  para el año 1938-39 se producía localmente un 65% de los alimentos que consumía una población de cerca de dos millones de habitantes (2). Además de la extensa variedad de alimentos producidos localmente, Puerto Rico exportaba azúcar, café, algodón y tabaco. Esto nos indica que probablemente las mejores tierras estaban dedicadas a cultivos de exportación, y por lo tanto gran parte de nuestros alimentos provenían de una agricultura realizada en las laderas de nuestras colinas y montañas.  Nuestros estudios nos llevan a concluir que, en términos generales, en el pasado nuestros campesinos, los jíbaros y los pequeños y medianos agricultores, utilizaban tecnologías apropiadas que protegían los suelos de la erosión, hacían un uso sustentable del agua y promovían una diversidad de cultivos que intensificaba la producción en terrenos inclinados que hoy se tienden a considerar marginales para la agricultura. 

Incluimos una foto (3) de un paisaje agrícola hacia los años 50, donde se observan componentes productivos diversos. El observador cuidadoso descubre en estas fotos técnicas que hoy se consideran de conservación de suelos y de manejo sustentable (zanjas al contorno, siembras de cobertura vegetal en las áreas más suceptibles a la erosión y biodiversidad productiva). La pérdida de masa boscosa primaria en la Isla fue dramática para esa época, quedando poco más del 5% a mitad del siglo pasado. Sin embargo, no quiere decir que los suelos quedaban descubiertos, privados de protección vegetal, pues el tipo de agricultura que se practicaba incluía rotaciones de cultivos, agroforestería, pastos para ganado y siembras en las escorrentías. También se protegían los nacimientos de las fuentes de agua y los bordes de las quebradas y ríos.




Fincas en terrenos inclinados con controles de erosión, rotación de usos y cultivos, integración de biodiversidad para usos múltiples, rancho de secado de café y comunidad rural.




Esa tecnología agrícola, de origen taino con innovaciones árabes, canarias y españolas, fueron rápidamente descartadas y sustituidas, especialmente a partir de los años cincuenta, por técnicas típicas de una agricultura industrializada de altos insumos externos (fertilizantes de síntesis química, plaguicidas, semillas híbridas, riego extensivo y maquinaria pesada) más apropiadas a climas templados y terrenos llanos. Un ejemplo fue la destrucción masiva de los bosques de cafetales tradicionales para sembrar café al sol, utilizando maquinaria pesada que destruía la cubierta vegetal y el mantillo del suelo para depositarlo en escorrentías y quebradas, además del abandono  de las zanjas y el uso intensivo de  abonos inorgánicos, plaguicidas y herbicidas. En pocas décadas se ha visto cómo la ganancia a corto plazo en producción de granos de café llevó a niveles importantes de erosión, contaminación y pérdida de productividad, hasta el punto que las autoridades tuvieron que volver a incentivar la siembra del café con sombra en policultivos.

Abandono de la agricultura y producción de alimentos

El abandono de la agricultura como actividad económica importante fue rápido y dramático. Como ejemplo, en 1950 la producción agrícola en Puerto Rico  representó el 25.6% del producto  interno total y empleó 36.2% de la fuerza laboral. Cuarenta años después, para el 1990 las cifras correspondientes fueron 1.7% y 3.7%.

LA AGRICULTURA EN LA ECONOMÍA DE PUERTO RICO (porcientos)

1950
1990
2008
Del ingreso interno total
25.6
1.7
0.5
Del empleo total
36.2
3.7
1.2
Fuente: Informe Económico, Junta de Planificación, ELA, 1990; Compendio de Datos, BGF/PR, 2008

Si analizamos la tabla que sigue vemos cómo esa merma de actividad agrícola se traduce dramáticamente en cambios en el uso de terrenos:


ÁREA EN PRODUCCIÓN AGRÍCOLA Y NÚMERO DE FINCAS
AÑO
CUERDAS AGRÍCOLAS
NÚMERO DE FINCAS
PROMEDIO CUERDAS/FINCAS
%  ÁREA DE PUERTO RICO
1935
1,913,047
52,790
36.2
87
1998
865,478
19,951
43.4
39
2002
690,687
17,659
39.1
31
2007
557,530
15,745
35.4
25
Fuente: Departamento de Agricultura de Puerto Rico.
NOTA: Una cuerda es igual a 4,000 metros cuadrados, 0.4 hectareas.

Entre 1935 y 2007 se perdieron para la agricultura y/o se dejó de producir en 1,355,517 cuerdas. Si en el 1935 87% del área total del archipiélago estaba dedicado a alguna actividad agrícola, en el 2007 solamente fue un 25% del territorio. El descenso en el número de fincas ha sido proporcional al abandono agrícola de la tierra, pero el tamaño promedio de las fincas ha permanecido entre 35 y 40 cuerdas. Este último dato podría ser indicativo de que ese tamaño de unidad es suficiente para que una finca en el País sea productiva y sustentable. La experiencia nos demuestra que -sujeto a variables como suelos, topografía, vegetación, tipo de producción, entre otras- las fincas de 25 cuerdas pueden ser unidades viables en modelos de agricultura ecológica intensiva y sustentable.

Disponibilidad actual de terrenos para la agricultura

Como vimos anteriormente, grandes cantidades de terrenos en Puerto Rico dejaron de tener usos agrícolas, pero esto no quiere decir que estén disponibles en la actualidad para la siembra, pues una gran cantidad de los mejores suelos han sido utilizados para el desparrame urbano horizontal y la construcción de carreteras, centros comerciales con sus enormes zonas de estacionamiento, entre otros desarrollos promovidos por el modelo desarrollista dominante. A continuación se presentan algunos datos sobre la disponibilidad actual de suelos para la agricultura, aunque probablemente sea menor si tomamos en consideración aspectos limitantes como la erosión, contaminación de suelos y agua, acceso y seguridad (4).

TOTAL DE TERRITORIO DE PUERTO RICO, EN CUERDAS: 2,275,000
      Entre 1935 y 2007 se dejó de producir en 1,355,517 cuerdas.
TIERRAS AGRÍCOLAS ÓPTIMAS PERDIDAS POR EL DESARROLLO Y LA CONSTRUCCIÓN: 300,000
TIERRAS AGRÍCOLAS HOY
270,000          Terrenos óptimos, llanos
600,000          Terrizos rojizo, ondulantes
300,000          Inclinadas, para producción de madera, agroforestería

TOTAL DISPONIBLE:  1,170,000 cuerdas

Como Puerto Rico es parte de una realidad globalizada, no se pretende que produzcamos todos los alimentos que consumimos. Lo aconsejable es priorizar en aquellos alimentos perecederos que son de producción más fácil en nuestras condiciones geográficas y que además son más nutritivos consumidos frescos, como las frutas, vegetales, carnes, huevos, etc. También se debe enfatizar el cultivo de alimentos tradicionales a nuestra dieta, como guineos, plátanos, tubérculos, panas, habichuelas, ajonjolí y jengibre. Un tercer grupo deben ser cultivos con buen potencial económico y exportador, como el café. Todos estos cultivos son de mejor calidad y de mayor valor comercial cuando son productos de la agricultura ecológica.
¿Cuánta tierra necesitaríamos para desarrollar una economía agrícola que impacte sobre las importaciones? Sin intención de presentar números concluyentes ni pretender presentar cifras económicamente precisas, veamos algunos datos en forma general. En la siguiente tabla se muestra la cantidad de terreno necesaria por persona y año, según tres formas de hacer agricultura y tres tipos de dietas.

CUERDAS PARA PRODUCIR ALIMENTOS PARA 4 MILLONES DE PERSONAS         
Agricultura de altos insumos externos para dieta actual con alto consumo de animales: 1.25 c/p=5 millones cuerdas
Agricultura de altos insumos para dieta regular:
0.36 c/p= 1.44 millones cuerdas
Agricultura de bajos insumos externos:
0.18 c/p=720,000 cuerdas
                                                                                              C/P: Cuerdas por persona

En los primeros dos casos se trata de la agricultura contemporánea industrializada que hace uso intensivo de insumos como abonos químicos, plaguicidas, riego, mecanización, etcétera. En el tercer caso se trata de una agricultura tipo ecológica que hace uso de los recursos internos y cercanos a la finca para abonar, controlar plagas, etc. En cuanto a la manera de consumir los alimentos, en el primer caso se trataría de una dieta con alto contenido de productos animales, como la que predomina actualmente en Puerto Rico. En el segundo caso, de una dieta más cercana a lo que se recomienda por el USDA, con más cereales, frutas y vegetales, y menos grasas y carbohidratos sencillos. En el tercer caso sería una dieta cercana a las dietas tradicionales lacto-ovo-vegetariana de culturas tradicionales como las de la India.

Si optamos por una agricultura ecológica de bajos insumos y una dieta que tenga un buen balance entre productos animales y vegetales, del tipo tradicional puertorriqueño, podríamos aventurar que bajo esas condiciones cada cuerda podría proveer alimentos para cuatro personas. Por lo tanto, para producir alimentos de calidad y en forma sustentable para la mitad de la población, dos millones de personas  (o producir la mitad de los alimentos de cuatro millones) necesitaríamos medio millón de cuerdas de terrenos agrícolas. [ERRATA: en el artículo impreso en la revista se dice un millón.]

Anteriormente hemos visto que en Puerto Rico hay cerca de 900,000 cuerdas disponibles de terrenos agrícolas, entre óptimos e inclinados, y unas 300,000 cuerdas adicionales para manejo agroforestal. Lo cual nos lleva a concluir que potencialmente, utilizando técnicas de agricultura ecológica que produzcan en forma sustentable a la vez que protejan y conserven esas tierras para el futuro, se puede producir una cantidad significativa de los alimentos que necesitamos en Puerto Rico. Por lo mismo, no nos sobraría tierra para continuar con el modelo de desarrollo dominante ni con una agricultura dependiente de la importación de insumos industriales y altamente depredadora de los recursos naturales.

Ventajas de la agricultura ecológica

Desde hace algún tiempo venimos argumentado que no hay un verdadero futuro agrícola para Puerto Rico, como proveedor significativo de alimentos para nuestra población, si no adoptamos como estrategia central la producción agroecológica. Al hablar de agricultura ecológica (que incluye a la agricultura orgánica, permacultura y otras modalidades) nos referimos a una agricultura alternativa que tiene la salud del ecosistema, la viabilidad económica a largo plazo y la responsabilidad social como metas. Es una agricultura económicamente sostenible, ecológicamente sensitiva y socialmente justa.

Nuestro territorio no aguanta más maltrato ni contaminación a sus recursos naturales agrícolas, como es el caso de los suelos, aguas y biodiversidad (silvestre y agraria). También se debe tener en cuenta el impacto negativo sobre la salud de la población de las prácticas agrícolas contaminantes.  Además, tenemos serios problemas de disposición de desperdicios sólidos, algunos de los cuales podrían ser materia prima para la agricultura ecológica. A través de un manejo apropiado, gran parte de los desperdicios orgánicos caseros e industriales, así como las podas, desyerbos y residuos de jardinería, sirven para hacer composta,  un abono orgánico excelente para las siembras. Existen experiencias a través del mundo que así lo demuestran.

Hace falta intensificar la producción para producir alimentos en forma ecológica y eficiente en una isla super-poblada como Puerto Rico. La intensificación a través del modelo de monocultivos en base a un alto nivel de insumos externos (agro-químicos, fertilizantes de síntesis, riegos, semillas híbridas o transgénicas, maquinaria pesada), más allá de los problemas que ha causado a través del planeta, no es una opción sustentable en nuestro caso. Mientras tanto, existen muchos ejemplos de cómo las fincas agroecológicas pequeñas y medianas pueden ser netamente más productivas que las grandes extensiones en monocultivos industriales. Cuando se cuantifican todos los alimentos, productos agrícolas y servicios que proveen las fincas familiares a través del año, resultan ser altamente productivas (5). Entendemos que Puerto Rico puedo aumentar significativamente la producción de alimentos de calidad para su población. La implementación de políticas de agricultura ecológica puede aportar significativamente a que el País comience a resolver algunos de los grandes problemas sociales, económicos y ecológicos que tenemos. Esto requerirá importantes cambios en la manera en que estamos acostumbrados a menejar asuntos como la planificación urbana, los modelos de desarrollo económico, el uso del territorio, la agricultura y nuestra alimentación.

NOTAS:

(1) Recomendamos los trabajos de la Dra. Myrna Comas Pagán, profesora de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, sobre seguridad y vulnerabilidad alimentaria, algunos de ellos disponibles en Internet.
(2) Ver al final referencia a tesis de maestría, 1993. A través de este artículo inlcuimos información extraida de nuestros trabajos.
(3) De la colección de fotos de Tom Lehman de los años cuarenta y cincuenta, tomadas por misioneros:
(4) No ha sido fácil obtener datos sobre uso y disponibilidad de suelos para la agricultura. Aquí incluimos, entre otros, información tomada del “Estimado de terrenos de uso agrícola para sostener la demanda alimentaria de la población de Puerto Rico al 2006”, Hoja de Datos Ambientales, Universidad de Puerto Rico, Mayagüez. También de “Hacia una nueva visión de la agricultura pueretorriqueña”, Pablo E. Segrra Bosques y Cecilio Lebrón Lebrón, ponencia presentada el 29 de abril de 2009 en la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras.
(5) Ver, por ejemplo, Jules Pretty (2009). “Can Ecological Agriculture Feed Nine billion People.” Monthly Review. También pags. 15-17 de nuestro libro El Huerto Casero.

Algunas publicaciones del autor

Alvarez Febles, Nelson. (1993) Critique of contemporary agriculture and sustainable agriculture as an option for development in Puerto Rico. Tesis de maestría, Goddard College, Vermont.
(1997) “Biodiversity Based Farming Produces More”. Seedling, octubre, Barcelona. (“La biodiversidad agrícola produce más”, Biodiversidad: sustento y culturas, junio 1998.)
(2004) “Las semillas en la tierra germinan y se multiplican”. Biodiversidad: sustento y culturas, octubre, Montevideo.
(2008)  El huerto casero: manual de agricultura orgánica. San Juan.(2010) La Tierra Viva: manual de agricultura ecológica. Fideicomiso de Conservación de Puerto rico. San Juan.